Revista Tarapaca Insitu Nº8 TarapacaINSITU_08 | Page 7
FORESTACIÓN DE
CACTÁCEAS:
CAMINO LARGO Y
SINUOSO
H
ace algunos años,
esta mujer -que
no se deja abatir
fácilmente-, realizó
un programa de forestación
de Eulychnia iquiquensis
(“copao”), en el acantilado
costero de Punta Gruesa.
Y Echinopsis atacamensis
(“pasakana”), en el poblado
de Chijo, en la frontera con
Bolivia. Esto, gracias a un
proyecto de Estrategia de
Recuperación de Poblaciones
de las tres grandes cactáceas
columnares de Tarapacá, que
se hizo con recursos del Fondo
de Investigación del Bosque
Nativo de CONAF, del año
Ejemplares de 6 cm de
alto de 5 años de edad
Andrea Auger midiendo uno
de los ejemplares plantados en
Chijo el 2011, de 10 años de edad.
2010.
Este proyecto fue muy
exitoso, porque se cumplieron
a cabalidad los objetivos
planteados: “Primero,
formar un stock de semillas,
formar un stock de plántulas
sembradas a partir de semillas
y una experiencia piloto de
forestación de plantas de diez
años, que yo tenía cultivadas
de antes. El informe de
ese proyecto arrojó que la
experiencia de forestación fue
tremendamente exitosa”.
Pero aquí la desidia y el
desinterés de las autoridades,
también le jugó una mala
pasada, porque el proyecto
que daba continuidad con la
experiencia de forestación
y que recogía los exitosos
resultados del original,
no fue aprobado por
“inadmisibilidad”. “Imagínate:
estás trabajando con especies
nativas, especies longevas,
con un proyecto previo que
fue financiado… y resulta
que es inadmisible. ¿Quién
entiende? Era la misma
CONAF la que tenía que
autorizarlo. Chile está lleno
de esqueletos de invernadero,
está lleno de esqueletos de
atrapanieblas, porque se acaba
el proyecto y se acabó todo.
A nadie le interesa saber qué
pasa después; se rinden los
informes y listo. Un desperdicio
de recursos del Estado
impresionante”.
“Después de eso, me
quedé con cientos de miles de
plántulas y afortunadamente
Minera Collahuasi accedió a
apoyar este proyecto para la
introducción de estas plantas
en hábitat. Y además con un
monitoreo por seis años”. Esta
parte de la historia, que parecía
concluida con un final feliz, no
fue así. La CONADI instaló un
estanque de hormigón armado
justo en el lugar donde se
realizaba la reforestación, en
el cerro de Chijo, y provocó un
desastre con este proyecto.
Esto refleja el nulo valor
que tienen las cactáceas en
nuestra región. Ahora Raquel
se encuentra trasladando
estos ejemplares a otro sector
más alto, no intervenido y
espera que, con ayuda de la
comunidad, se pueda declarar
el sitio de interés o área
protegida, para salvar a las
plantas. En eso está.
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