no solo por la planificación curricular (objetivos de aprendizaje, contenidos,
metodologías, recursos, estrategias de evaluación y tiempos específicos),
sino, además, por las características que configuran la identidad personal y
social de estudiantes y docentes.
Con relación a los factores que influyen en la interacción docentes-
estudiantes en el salón de clase, Escobar (2015), identifica los siguientes:
a) intrapersonales, entendidos como valores, actitudes,
emociones, sentimientos, autoestima, etc.; b) interpersonales,
entendidos como contacto con los otros, sentimientos de
pertenencia, conectividad, actitudes, etc.; y, c) los
extrapersonales, entendidos como contacto con programas
educativos, objetivos oficiales, estructuras de clase, sistema
escolar y comunidad (pág. 4).
En concordancia con lo señalado, Onrubia, Rochera y Colomina (2014):
establecen las categorías que se ponen en juego en las interacciones
docentes-estudiantes. En el caso de los docentes su rol se refiere a: aceptar
y canalizar sentimientos; animar o aprobar; recabar e incorporar ideas;
formular preguntas; exponer y explicar; dar instrucciones; llamar la atención.
Por su parte, los estudiantes interactúan con los docentes para: iniciar
discursos mediados por estrategias de aprendizaje activo; responder a las
estrategias planteadas desde el docente; y, generar pausas y silencios que
denotan duda o confusión (pág. 440).
En los procesos de educación formal las interacciones en el salón de
clase se hallan marcadas por la presencia de un currículo explícito y otro
implícito (oculto). En el primer caso, las interacciones en el aula responden a
una planificación de contenidos mediatizada por estrategias de enseñanza y
aprendizaje en las que niños y niñas tienen un rol activo o son receptores
pasivos del aprendizaje, según el modelo educativo que se implemente. En el
segundo caso, el currículo implícito da lugar a aprendizajes no planificados de
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Arbitrado
factores. Es decir, los procesos de enseñanza-aprendizaje se hallan mediados