construcción de una nueva praxis pedagógica, fundada en la realidad social
del individuo, y en constante renovación acorde con los cambios sociales de
su entorno. Al respecto, Peña (2018a), plantea:
La formación y actualización constante del docente, es
considerada como una herramienta que busca la instrucción
conforme en el desarrollo del estudiante; este tipo de
actualización, se promueve mediante dos vías, una se da
en base a los colectivos institucionales, diseñados de forma
directa y participativa integrando todos los perfiles
profesionales al uso y aplicación de todas las mecánicas
estructurales de un programa pedagógico; la otra es el docente
investigador, propagador de ideas que satisfagan las
necesidades cognitivas y formativas, así como las
actitudinales, todas ellas inherentes al perfil idóneo del docente
(pág. 217).
Se destaca, la formación del docente es fundamental en la enseñanza
de los estudiantes, razón por cual incide en los cambios de actitudes de los
mismos. Es por ello, la actualización permanente del educador obedece a la
participación en colectivos de capacitación en función de fortalecer su rol como
investigador, orientador, mediador de aprendizajes, innovador y humanista en
el desarrollo integral de los alumnos. En consecuencia, la imagen de la
sociedad que se construye, desde el escenario educativo, está desvinculada
a la realidad social.
En este sentido, la complejidad, según Morin (2001), es como: “[…] un
tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta
la paradoja de lo uno y lo múltiple. Es, efectivamente, el tejido de eventos,
acciones,
interacciones,
retroacciones,
determinaciones,
azares,
que
constituyen nuestro mundo fenoménico. […]” (pág. 32). Esto refiere, la
complejidad ofrece el entendimiento de fenómenos, permitiendo dar precisión
a la relación complejidad-realidad.
De allí, Peña (2018b), expone que “la teoría de la complejidad capta la
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Arbitrado
joven por y para la vida. Las instituciones educativas, deben orientarse a la