Los debates en torno a lo relacionado con los principios y valores, tanto
éticos como morales, llevan a señalar que se han perdido los mismos, que se
cambiaron, por ello precisamos un mundo de paradigmas que contiene reglas
y normas, que hacen constituir o definir límites para conocernos a nosotros
mismos, en el entorno, permitiéndonos precisar las realidades que tenemos.
Tal punto de vista se torna complejo en los espacios destinados para la
educación por el cúmulo de conocimientos, que depende netamente de la
actitud de los docentes al incidir en el comportamiento de los educandos,
quienes, bajo los paradigmas adquiridos, construirán sus propias riendas de
vida.
La perspectiva lleva a que varíe la percepción de enseñar en los
profesionales de la docencia, por su esencia endógena, que en sí, genera su
cultura y demás patrones, por lo que deben asumir un nuevo pensamiento con
fundamento en la actual visión del mundo postmoderno, cimentada sobre las
bases de la complejidad, transdisciplinariedad y transcomplejidad, para que la
enseñanza tome otra dirección, dirigida al trabajo desde un enfoque holístico
para propiciar otras formas de pensamiento necesario para la transformación
de las personas.
Desde mi óptica, debe ser así, debido a que siempre vivimos
comunicando conocimientos e ideas, en función del manejo de la información,
aunado al conjunto de experiencias adquiridas. En este sentido, Aragoza
(2010a), señala que los individuos “son formados desde todos los tiempos por
los demás a partir de sus principios éticos” (pág. 87). Por lo tanto, la forma de
hacer llegar lo que se ha de conocer conforme a cada ser humano, así como
de su grupo social; de esta manera ha de trascender la enseñanza, por
ejemplo, en los estudiantes, con miras a la desconstrucción de los diferentes
pensamientos para llegar a una nueva construcción de estos, transfiriendo
patrones de conducta distintos y actuación positiva.
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Arbitrado
1. Introducción