las que tenga acceso el propietario del centro o institución que presta el
servicio.
Conocer cómo se entrenan los animales guías o de asistencia, resultará
muy beneficioso para quien contrata el servicio, pues sí el animal no sufre
malos tratos, podrá disfrutar de la terapia para sí o su familia, sin culpabilidad,
a sabiendas que aquel animal hacia quien seguramente despertará
sentimientos de cariño y amistad, no ha sido previamente agredido; por el
contrario, si el paciente o algún familiar descubre o percibe que el
entrenamiento se ha hecho por medio de castigos corporales o psicológicos,
se cuestionará sí debe continuar la terapia o sí es mejor no contribuir con estos
episodios.
En caso de maltratos de canes, es difícil evitar reconocerlos, pues el
animal dará señales inequívocas frente a su entrenador, por lo que tarde o
temprano el paciente y sus familiares, reaccionarán o naturalizarán la violencia
animal. En casos de terapias con delfines, se dificulta constatar estos malos
tratos, sobre todo, por la sonrisa típica del delfín, que guarda relación directa
con su morfología, y no con un sentimiento, aunado a que las señales que
muestra, de alejarse nadando o hundirse al fondo de los estanques, incluso
sus quejidos y llantos, no son a menudo interpretadas por los pacientes o sus
familiares. En algunos casos de terapias con equinos, el entrenador utiliza una
vara en su mano derecha, con la que aduce estimular al caballo, pero en
realidad, es un instrumento de dominación que le infringe dolor, por otro lado
son utilizados como tracción a sangre, lo cual ya de por sí ha sido objeto de
críticas por los animalistas, esto sin mencionar herraduras, gríngolas y látigos,
más comunes en otras prácticas con equinos, pero que deben ser objeto de
reflexión, a fin de no naturalizar el maltrato animal.
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Arbitrado
medio de cámaras que registren de modo integral dichos entrenamientos, a