Estamos ante un mundo complejo, por tanto, nuestro modo de pensar no debe
ser ni parcializado ni dogmatizado, más bien, debe ser crítico y ampliado,
donde nos preguntemos por las cuestiones últimas y primeras de la realidad.
La práctica docente no debe quedarse en una mera repetición de
contenido, en un dictamen de teoría, antes bien, debe desarrollar en los
educandos la capacidad de razonar y que ellos mismos creen y formen un
pensamiento crítico, es decir, sean capaz de examinarse y evaluarse a sí
mismo y al entorno que les rodea, esto los llevará a adquirir un conocimiento
complejo, estructurado y sistematizado.
La misión fundamental que ha de tener el educador del siglo XXI, no es
únicamente en ser transmisores de conocimientos, antes se debe ayudar a los
estudiantes a formar su propia criticidad, donde la crítica no sea considerada
en su concepción peyorativa, es decir, reprobación y censura, sino en su
concepción elogiosa, la crítica como un establecimiento de juicio y toma de
decisiones. El educando de hoy, requiere docentes capaces de enseñar en
ellos dicha capacidad, así lograrán formar un pensamiento complejo, donde
puedan articular todas las aristas del polígono llamado realidad.
Es menester, por lo tanto, se debe tener presente en las teorías
educativas actuales, como una de las propuestas que Morín recomienda, la
cual ha de ser una norma fundamental en el proceso educativo hoy, “todo
conocimiento opera mediante la selección de datos significativos y rechazo de
datos no significativos” (Morín, 1990f, pág. 28). El proceso de aprendizaje se
fundamenta en esa premisa, el educando quiere datos que le digan algo, que
le sea significativo.
Es así, donde el estudiante comprenderá que es sujeto activo en su
proceso formativo y no pasivo, y de seguro tendrá la intención de aprender y
desarrollarse.
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Arbitrado
la misión de incentivar la formación de pensamiento crítico y complejo.