que el hombre es, hace, vive y experimenta.
Al considerar al hombre como un ser complejo, hay que considerar
también así su modo de aprender. El proceso educativo, es decir, su manera
de adquirir conocimiento hay que considerarlo no solo como un
condicionamiento o como un constructo, sino como un proceso complejo, el
cual debe fomentar una inteligencia multidimensional, capacitada en un
conocimiento general y global.
Morín propone necesario un pensamiento complejo y por ende, un
pensamiento crítico, el cual puede referirse al ámbito educativo. Dicho
pensamiento lleva necesariamente a considerar a la realidad por sí misma
como compleja, donde el pensamiento, como afirma Morín (1990a): “debe
afrontar lo entramado de la solidaridad de los fenómenos entre sí, la
contradicción” (pág. 33).
Por tal motivo, el pensamiento al igual que el proceso educativo no debe
conformarse, como manifiesta Morín (1990b): solo “con el paradigma de
disyunción/reducción/unidimensionalización, sino que debe ser sustituido por
un paradigma de distinción/conjunción que permita distinguir y asociar” (pág.
34). Considerar la realidad como compleja, lleva necesariamente a decir que
la misma no puede simplificarse, sintetizarse, definirse en una sola dimensión.
Por tanto, la realidad al ser multidimensional y compleja puede y debe
sustentar un pensamiento que tenga sus propias características: complejo-
crítico y multidimensional.
Simplificar la realidad y por ende parcializar el saber es fruto de la
ciencia contemporánea. A raíz de ésta, se consideraba solo una arista de la
realidad, la cual al ser sometida al paradigma disyunción-reducción, queda
reducida a una sola dimensión. Sin embargo, una emergente racionalidad, una
nueva epistemología, expresada bajo el término complejidad, surgida a
mediados del siglo XX, viene relegando dicha simplificación, devolviéndole al
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Arbitrado
“devora”, asume todo. La complejidad del hombre está asumida por todo lo