sus capacidades, habilidades y conocimientos le son insuficientes para
mantenerse o ascender dentro de las estructuras laborales, o mejor aún, para
involucrarse y comprometerse de manera activa con la comunidad. Este
repensar nos lleva a la formación de un nuevo profesional, a través de los
elementos axiológicos que circundan en los valores como una vía para
adecuar y actualizar los nuevos perfiles laborables como consecuencia de las
transformaciones acontecidas en el mundo productivo, la nueva realidad de
empleo, el desarrollo científico y tecnológico, su historicidad social política y
socio económico al conocimiento epistemológico.
Teniendo en cuenta estas premisas, Bermúdez (2006: 37), plantea:
Todos los cambios acelerados en los valores y, por ende, en la
sociedad, constituyen un desafío para cualquier ética existente,
por eso, se requiere de una nueva forma de hacer ética, y ésta
es, precisamente, la bioética como ética de la vida, con su
carácter interdisciplinario y su papel en la definición e
identificación de los problemas, por su metodología para
tratarlos y por los espacios que ofrece para la reflexión y toma
de decisiones responsables.
Desde estos enunciados, los profesionales del bioanálisis no son solo
una delimitación de conocimientos, sino actores sociales de representación de
intereses y valores, resistentes a cambios que puedan afectarlos y por
supuesto, así ocurre en el campo de la salud. Lo primero a asumir en el
personal de salud son las actitudes y valores, su comprensión de ese mundo
y las actitudes del escenario de trabajo, así como las metodologías de
intervención.
El bioanalista siempre sale restringido al área analítica, base de la
carrera, además de estar formado científicamente y técnicamente para
efectuar los análisis de laboratorio destinados al diagnóstico de enfermedades,
su prevención y tratamiento, para la protección y recuperación de la salud;
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Artículo
egresados del Sistema Educativo Universitario encuentra que la mayoría de