Revista Scientific Volumen 3 / Nº 8 - Mayo-Julio 2018 | Page 49

de desenvolverse de manera fluida, armónica, tomar decisiones, de trabajar personales, educativas y laborales, entre otras, en distintos escenarios. Por lo que el tema de la formación integral ha sido objeto de estudio, tanto en organismos internacionales como la UNESCO, así como en aquellos responsables de definir los lineamientos de las instituciones educativas en todos los niveles y, particularmente, en la educación superior; en virtud que la formación integral es uno de los propósitos que deben alcanzarse a través del cumplimiento de las funciones universitarias: docencia, investigación y extensión. Está comprobado que una formación integral que estimule el desarrollo de habilidades emocionales, sociales y éticas, promueve un mayor bienestar y calidad de la convivencia social, favorece mejores aprendizajes y además ayuda a prevenir que las personas se involucren en conductas de riesgo. Sobre esto Ruíz, (s.f.), señala que: La formación implica una perspectiva de aprendizaje intencionada, tendiente al fortalecimiento de una personalidad responsable, ética, crítica, participativa, creativa, solidaria y con capacidad de reconocer e interactuar con su entorno para que construya su identidad cultural. Por tanto, busca promover el crecimiento humano a través de un proceso que supone una visión multidimensional de la persona, y tiende a desarrollar aspectos como la inteligencia emocional, intelectual, social, material y ética-valorar. (pág. 11). Por consiguiente, el programa de formación implica no sólo la adquisición de los conocimientos específicos y las técnicas adecuadas para el ejercicio profesional, sino también requiere la adquisición de actitudes positivas que incidan en la conducta diaria del individuo en las transformaciones y por ende en el perfeccionamiento del bienestar social, ambiental, económico y educativo. 48 Artículo con otros, de comunicar sus ideas, gestionar su actuar en vista de metas