ciudadano está en la obligación de participar en la elaboración y construcción
planteamientos a los legisladores.
Sumado a lo expuesto, Rousseau (1959e), indica: “Puesto que las leyes
emanan de la voluntad general, ni el príncipe está por encima de ellas, toda
vez que es miembro del estado” (pág. 874). Es decir, las leyes tienen el
propósito de establecer el orden social. En ese sentido, las monarquías el alto
clero, las cúpulas militares, políticas o económicas no pueden estar exceptas
de cumplir con lo que establece la ley.
De acuerdo con el autor, consideró al soberano como un cuerpo capaz
de generar propuestas para transformar el estado monárquico en un Estado
social más justo. Visto de esa forma Zarka (2005a), manifiesta: “El
pensamiento de Rousseau constituye un giro en la medida misma en la que
funda un nuevo concepto de soberanía del pueblo que va a ocupar el centro
de la reflexión política hasta nuestros días” (pág. 2). Dicho de otro modo, las
ideas de Rousseau fueron de gran impacto en las revoluciones de los siglos
XVIII, XIX, XX.
Asimismo, Rousseau planteaba que el poder del soberano es
inalienable e indivisible. Por lo tanto, no se puede negociar con el pueblo
asuntos que vayan en su contra como los aspectos siguientes: el derecho de
ser libre, expresar sus ideas políticas, religiosas y de decidir en todo lo que
tiene que ver con el destino de la sociedad. Criticó a los políticos de la época
por considerar al soberano un cuerpo sin principios y sin formación para
generar ideas, debates y propuestas. De igual forma, planteaba que la fuerza
y la voluntad estaban expresadas en los poderes legislativos y ejecutivo
respectivamente. Lo que se traducía en impuesto y guerra algo que atentaba
contra el soberano.
De igual forma, consideró que el soberano es un cuerpo recto en su
proceder ya que generalmente quiere el bien común. Siguiendo el
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de leyes de manera directa e indirecta una de ellas es haciéndole