En las tres primeras partes del poemario a saber: Borburata de los
Fantasmas, Flecheros ellos y corredores y saltadores nosotros y El caballero
Juan Rodríguez Suárez, vamos a encontrar un elemento importante de
resaltar; en todas ellas los intertítulos de los poemas van a enmarcar una
situación concreta como posible “relato histórico”. Entonces, podemos
considerar que la Imagen Poética hace que el referente histórico estalle en
múltiples sentidos. Desde la alusión a una Historia, a un pasado, a sus textos,
a una épica fonológica e ideológicamente forjada desde la visión del coloniaje,
se rompe sus límites. La palabra encarna a la Historia para hacerla
nuevamente, fuera del canon establecido por los conquistadores de siempre,
los que excluyen el discurso del otro, el que resiste al ya hoy no muy extraño
invasor.
Así se abre el diálogo entre la Poesía y la Historia, pues como dice Paz,
en El Arco y la Lira: “La Historia es el lugar de encarnación de la palabra
poética.” (1956b, pág. 143). Así el poema es la revelación de las voces del
hombre para la comunicación poética, para su concreción como “epos”
transformado en Imagen. Así la poesía, el poeta y el lector en poesía se
adueñan del “epos” de la Historia dominante y éste es enlazado al campo de
las otras visiones insólitas, desgarradas y humanas como actos de
revelaciones de la metáfora y, se invoca la palabra poética a esa asociación
secreta entre el hombre y lo otro, su condición de existencia relacionada, a
través de múltiples lenguajes, con las imágenes que de aquello va
construyendo. No debemos olvidar que, Ramón Palomares (Poeta Trujillano),
al igual que Pablo Neruda, se encuentran envueltos y tal vez absorbidos por
el contexto histórico de su época. Así como Neruda le cantó reflexiva y
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Arbitrado
llegue a un sexto de Méjico. Más qué motivo que no fuera la
muerte podría sacarnos de estas calles ¡Ah, casas sin pizca de
lujo ni donaires de palacetes ni pretensiones de virreyes!
Santiago, Santiago de León, semejanza nuestra! (pág. 144).