medios: la represión brutal, la dictadura ominosa y antinacional con su cortejo
de negación de libertades y de derechos, aun los más elementales, para
impedir transformaciones que alteren los sistemas de dominación imperantes,
que conduzcan a estructuras más evolucionadas, a formas de convivencia
más humanas y dignas, y a la verdadera independencia de los países
latinoamericanos.
Realidades de tanta envergadura, que menoscaban la gran patria
americana, que asfixiaban al hombre estrechando sus horizontes y mutilando
gravemente su propia humanidad, tenían necesariamente que impactar -y de
múltiples maneras- una conciencia tan lúcida y siempre despierta como la de
Neruda. De ahí que ellas sean evocadas una y otra vez en Canto General,
hasta construir el hilo central de su textura, Neruda (1950b, pág. 336): “Me
duele en ti mi pueblo, toda mi patria americana, todo lo que han roído tus
huesos,
dejándote
ceñida
por
la
espuma,
como
miserable
diosa
despedazada”. Dolía a su humanismo integral y sin reservas, un estado de
cosas alienantes y deteriorantes de los pueblos que componían su amada
patria americana. Laceraba profundamente su espíritu americanista sin límites,
la presencia devoradora del imperialismo, Neruda (1950c, pág. 199): “Llegó el
dólar de dientes agresivos, a morder territorio, en la garganta pastoril de
América.”
Con Canto General, Neruda realiza un acto de autovaloración definitivo
y definitorio. Él se sitúa en una perspectiva que abre nuevos senderos a su
obra. Ahora parte del hombre -pero no del hombre abstracto e individual, sino
del ser social concreto y actuante- y de la tierra -la tierra americana que es
fuente de belleza, pero también está ligada dialécticamente al hombre- con lo
que sigue, enriqueciéndola y dándole un real contenido histórico-social, la
línea inaugurada por los viejos maestros del humanismo renacentista.
Neruda puede trazar entonces en Canto General la marcha o el
405
Arbitrado
popular se levantan resistencias y coaliciones de fuerzas que usan todos los