Para Aristóteles (como se cita en Salgado, 2012), la ciencia es:
Conocimiento de lo universal y de las cosas necesarias, y hay
unos principios de lo demostrable y de toda ciencia (pues la
ciencia es racional), el principio de lo científico no puede ser ni
ciencia, ni arte ni prudencia; porque lo científico es demostrable
(pág. 3).
Esto implica plena confianza en el poder de la razón, en otras palabras,
se llega a la explicación científica, de un fenómeno o hecho, apoyado en la
observación del mundo real y la abstracción de la mente humana que de
manera ordenada y segura se hacen las demostraciones, por consiguiente, es
totalmente contrapuesto a la simple opinión. Según lo argumentado por
(Mardones, 1991b), Aristóteles exigía que la causa de un fenómeno debía
cubrir cuatros aspectos: la causa formal, la causa material, la causa eficiente
y la causa final, haciéndose énfasis en la causa final, revelando explicaciones
teleológicas.
Sandín (2003a), documenta que la tradición galileana plantea un nuevo
“mundo científico” en la que se rechaza la cosmovisión teleológica de
Aristóteles y aparece una visión del mundo principalmente pragmático y
mecanicista, en la que la experiencia como fuente de conocimiento tendrá un
énfasis mayor. Los precursores de esta postura son Francis Bacon (1561-
1626), quien recoge la propensión de hechos concretos con un intento de
dominar la naturaleza. Galileo Galilei (1564-1642), de acuerdo con (Mardones,
1991c), representa “la nueva mentalidad que cambia las explicaciones físicas
cualitativas de Aristóteles por las formulaciones matemáticas de Arquímedes”
(pág. 25). Consecuentemente, la matemática va a ser el instrumento
fundamental para la explicación científica de un fenómeno y cuyas
explicaciones tomarán las formas de hipótesis causales que vienen
determinada por el análisis experimental.
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Arbitrado
griego representada por las tradiciones Aristotélicas y Galileanas.