Revista Scientific Volumen 3 / Nº 7 - Febrero-Abril 2018 | Page 259

cada vez fui más irresponsable, menos preocupado y aportativo, y negativo para el grupo, tanto como la visión que ellos tienen de mí, como consecuencia conseguí un mal cartel propio y el desagrado hacia mí de parte de mi grupo… En otro caso, un estilo inicialmente colaborador, se vuelve evitativo e incluso indiferente a la disolución del grupo: Finalmente, el grupo se comenzó a desarmar, sus lazos se fueron desfigurando por diferencias individuales que en un principio no influenciaron el desempeño grupal, pero que a la larga terminaron por destruir y afectar el desempeño colectivo. En otro grupo, se observó una evolución desde rasgos colaborativos a estilos competitivos, como los de la siguiente alumna: - En mi grupo me sentí al principio muy apoyada con ellos, nos llevábamos todos bien, se veía que a futuro íbamos a tener buenos trabajos, no como los otros grupos que nadie ni sabía con quién estaba, éramos unidos. Pero en la medida que se iban dando más trabajos grupales, nadie tomaba la iniciativa de poder hacer los trabajos, siempre había excusas para empezar algún trabajo, era muy complicado juntarnos. Igual me sentía súper molesta en el sentido que parecía mamá detrás de todos junto con otra compañera, quería poder desarrollar bien los trabajos, pero sentía que no tenían ganas de estar. Finalmente, también destaca la experiencia de alumnos que, asumiendo actitudes colaboradoras de modo inicial como estrategia principal de inserción dentro del grupo, fueron validados como líderes negociadores: - Al principio como todo grupo siempre hay personas que no van acorde con nuestro ritmo y que no desean trabajar, aun así, algunas trataron de ayudar, y las que no, solas fueron dejando el grupo. Me sentí cómoda al saber que entre todos hay un gran respeto en cuanto a mis opiniones, tiempos de 258 Arbitrado de los trabajos me empezó a parecer cada vez más tedioso aportar al grupo,