experimenta una dosis débil de obstáculos en su desarrollo.
Al mismo tiempo, el pensamiento complejo en educación va más allá de
la expresión enseñanza-aprendizaje, tomándose cada uno de estos procesos
en fracciones separadas con un punto en común que sería la educación; es
decir, “¿Cómo enseño?, ¿cómo aprendo?”; disociación ésta que desde ya
delimita las parcelas del saber, además de abrir una brecha entre quién
enseña “docente” único dueño del conocimiento y quién aprende “estudiante”
el qué no sabe nada. Sintetizando, también se trasciende a la definición de
educación como fenómeno social que da origen a la generación de las
sociedades, porque se considera como la difusión de normas y costumbres en
las nuevas generaciones.
Por esta razón se piensa que es importante una reestructuración del
proceso educativo, que a decir de (Lipman: 1998, Pensamiento Complejo y
Educación, pág. 55), quien es citado por Márquez y Martínez (2012a), donde
la “educación sea el objetivo de la participación en una comunidad de
indagación guiada por el profesor, entre cuyas metas estén la pretensión de
comprensión y buen juicio” (pág. 266); es decir:
Una educación opuesta a la pasividad del educando, en donde
todos intervengan activamente y el profesor sea capaz de
admitir la diversidad de opiniones, la divergencia de criterios, la
concordancia o no de los juicios con la verdad de la realidad,
superando toda postura coercitiva, represiva o autoritaria a fin
de permitir la libre expresión de los alumnos y su manera de
ver y entender el mudo que los rodea. (Márquez y Martínez,
2012b, pág. 266).
Bajo estos paradigmas, es necesario reflexionar sobre el complejo
significado de la educación; que no puede persistir siendo estimada desde la
apariencia tradicional de la reducción, que implica la transmisión de normas,
conocimientos, culturas, donde el sujeto se encuentra estático en el hecho
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Arbitrado
programa no improvisa ni innova, la estrategia si lo hace. El programa sólo