pedagógicos en representación de la actividad educativa.
En este sentido, los saberes pedagógicos se articulan con las ciencias
de la educación formando redes o nudos, que denotan puntos de interacción
y determinan la interrelación de los componentes inmersos en el sistema, en
este caso el saber pedagógico. Ahora bien, desde la práctica docente, se logra
un saber hacer para determinar en la cotidianidad para ser producido por las
ciencias de la educación y los saberes pedagógicos, las prácticas docentes
incorporan también unos saberes especiales seleccionado por la institución
educativa.
En este orden de ideas, Ugas (2008a), consideraba la educación en tres
aspectos constituyentes del ser humano: “mente, corazón y brazos; vale decir:
pensamiento, sentimiento y acción” (pág. 98). Por tanto, las ciencias al
convertirse en materia de enseñanza generan las disciplinas, vale decir, la
ciencia que se enseña. De ahí, que la educación de calidad es la que ofrece
contenidos que el individuo necesita como persona intelectual, afectiva y
moral, para desempeñarse adecuadamente en los diferentes ámbitos de la
sociedad.
Por ende, el pensamiento complejo, según Morín, (2003c), se propone
re articular “los conocimientos aplicando criterios o principios generativos y
estratégicos del método; esos principios son: principio sistémico u
organizacional, principio hologramático, principio de retroactividad, principio de
recursividad, principio de autonomía/dependencia, principio dialógico y
principio de reintroducción del cognoscente en todo conocimiento” (pág. 131).
Al respecto, Ugas (2008b), parafraseando a Morín expresa “podemos
decir que un programa educativo es una organización predeterminada de la
acción que efectúa la repetición de lo mismo en lo mismo, es decir, necesita
de condiciones estables para su ejecución” (pág. 98). Mientras, que una
estrategia pedagógica es abierta, evolutiva, afronta lo imprevisto, lo nuevo. El
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Arbitrado
y normativas conducen al sistema, más o menos coherente en los saberes