Pues simplemente, es porque a pesar, de que se esté estudiando un
espacio físico reducido, el mismo puede estar caracterizado por una gran
diversidad que empuja a la formación de microidentidades que establecen
“ghettos” culturales circunscritos a la semiótica que el sujeto construye en
torno al espacio en el cual se asienta. Tal circunstancia es producto de esa
condición que Medina, González, Chamorro, y Ortega (1986), señala cuando
indica:
…que desde el punto de vista del espacio, la región suele
asociarse a criterios muy disímiles, pues por igual se contrae a
un pequeño valle fluvial, que bien se podría atrapar en una
carta a escala 1:50.000, o a una extensa llanura que
configuraría lo que Dollfus denomina una provincia geográfica,
y aún a dominios espaciales y humanos mayores (pág. 29).
Como trujillanos, y vistos desde el ámbito nacional, quienes habitamos
en Trujillo nos hallamos enmarcados dentro de la región andina, arrojando un
velo de anonimia y uniformidad que no responde con justicia a la realidad que
se vive intramuros de este espacio. Es así, que en primera instancia se debe
reconocer que:
La región de los Andes cuenta con una diversidad de climas y
microclimas que se relacionan con las diferencias altitudinales
o pisos térmicos que caracterizan el área. La tierra caliente,
templada, fría y paramera se extiende desde los 0 hasta los
5.900 metros sobre el nivel del mar y cada zona presenta un
ecosistema que influyó en el desarrollo de la tecnología y las
formas de organización social y política de las comunidades
prehispánicas (Salazar, Rojas y Ortega, 2000, pág. 75).
Esta condición natural del espacio andino, a su vez provoca
singularidades en las actividades humanas, particulariza el quehacer de los
hombres y modela sustancialmente ciertos patrones y/o modelos de conducta.
Conlleva a la aprehensión de además del espacio; de los signos, símbolos e
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Arbitrado
Pudieran preguntarse.