De allí que, es necesario abrir espacios para la creatividad, la inventiva,
el desarrollo de todas las potencialidades del individuo para ser capaz de
soñar, de expresar sus sentimientos y creer que se puede construir saberes
de forma colectiva a partir de sus vivencias y experiencias. De allí que, un
aprendizaje a partir del diálogo en el aula de clase requiere necesariamente
de diversos mecanismos que posibiliten la construcción del saber universitario
desde una mirada más humana y social que necesita de un docente
comprometido en generar espacios en el aula de clase donde se privilegie la
interacción y el diálogo como formas de compartir saberes, experiencias y
vivencias.
Es conveniente rescatar el diálogo como aquel capaz de crear espacios
reflexivos para comprender el mundo y las distintas realidades que se
muestran en el aula de clase, donde surja el acto de preguntar, que invita a los
estudiantes a asumir una postura crítica y reflexiva en la construcción de
saberes a partir de procesos de interpretación y comprensión de significados.
Por lo tanto, urge el encuentro con el otro que da apertura a la reflexión y
acción en una relación amorosa caracterizada por el compromiso, humildad y
responsabilidad de los involucrados en el acto de enseñar y aprender.
De aquí se desprende que la relación de poder se puede ejercer sobre
los aprendices en tanto que constituyen de acuerdo con Foucault (1998): “una
especie de entidad biológica que se debe tomar en consideración, si queremos
utilizar estos (aprendices), para producir” (págs. 245-246). Con ello admitimos
que la función del poder no es esencialmente la de prohibir, sino la de producir,
en nuestro caso: producir conocimiento. Se trata de entender que en la
práctica docente se presentan relaciones de poder particulares que tienen
características y autonomía propia.
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Arbitrado
diálogo intersubjetivo que permita superar la incapacidad para el diálogo.