En la práctica se produce una dificultad por parte del docente para
mantener la capacidad del diálogo cuando éste considera que sólo él puede
hablar y su discurso debe ser respetado y aceptado. En este sentido, la
incapacidad para el diálogo está en el docente, y siendo este de acuerdo con
Gadamer (2000a):
El auténtico transmisor de ciencia, esa incapacidad radica en
la estructura monologal de la ciencia y de la teoría moderna.
Se ha intentado una y otra vez en la vida universitaria aliviar la
clase con el debate y entonces se ha hecho la experiencia
contraria: es sumamente difícil pasar de la actitud receptiva del
oyente a la iniciativa de la pregunta y la oposición, y rara vez
tiene éxito. Hay en definitiva en la situación docente, cuando se
amplía más allá de la intimidad de una conversación en el
pequeño círculo una dificultad insuperable para el diálogo
(págs. 207-208).
A mi modo de ver, la mayoría de los sistemas educativos están
pensados de tal forma que la figura del docente se entroniza es así como,
éste es quien tiene el mayor turno de palabra y muchas veces asume una
posición de dirección y control dejando de lado su papel mediador en el
proceso enseñanza-aprendizaje, al convertir el aula de clase en un espacio
monologal con poca o nula interacción con los estudiantes, que le impide
prestar atención a las experiencias y vivencias en la construcción de saberes
centrándose en una práctica caracterizada por la transferencia de
conocimientos y la repetición, que impide la formación de sujetos con
compromiso social capaces de transformar la sociedad de la que forman parte.
En este sentido, si el sistema educativo se basa principalmente en la
racionalidad instrumental para transmitir los conocimientos y son los docentes
quienes deciden qué, cómo y cuándo se aprende estaríamos en presencia de
lo que denuncia Freire (2008a), en su concepto de “educación bancaria”
cuando manifiesta que:
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Arbitrado
2. Desarrollo