la mujer es un ser que se desempeña a actividades propias de ella como las
de atender hijos, marido, hogar y a la vez ser un soporte del hombre en los
momentos que este lo requiera. El sexo masculino desde la visión roussoniana
ha de dedicarse a aspectos como: la política, las ciencias, la guerra, la
literatura o cualquier otra disciplina propia de los hombres. En cambio, la mujer
ha de estar disponible a sus labores propias como el hogar, atención al marido,
arreglarse y estar dispuesta para el hombre cuando el esposo la requiera.
En ese orden, Calderón (2005a), dice: “La mujer en Rousseau es una
de las ideas que acusa de los vicios de su formación y que arrastra los vetustos
prejuicios de la tradición patriarcal” (pág. 5). Resulta claro, que La Filosofía
educativa roussoniana, da un rol secundario a la mujer en la sociedad. El
contexto en que Rousseau escribe el Emilio es un escenario marcado de
grandes discriminaciones raciales en donde las fuerzas físicas aún se imponen
sobre las ideas políticas, educativas o la razón. No quiere decir con esto que
el autor del Emilio fuera una persona que estaba inmerso en aspectos
discriminatorios o racistas sino fue el contexto el que prevaleció en su filosofía
educativa. Con referencia a la posición y educación de la mujer, Rousseau
(1959n), indica:
¿Deducese de esto que deba ser educada en la ignorancia de
todas las cosas y ceñida solamente a las funciones caseras
¿Hará el hombre de su compañera su sirvienta? ¿Se privará
para con ella del mayor embelesco de la sociedad? ¿Le
impedirá que sienta, que conozca cosa alguna, por mejor
esclavizarla ¿La hará un verdadero autómata? No, sin duda; no
lo ha dicho así la naturaleza, que da a las mujeres tan
agradable y delicada inteligencia; por el contrario, quiere que
piensen, juzguen, amen, conozcan y cultiven su entendimiento
como su figura; que son las armas que les da para suplir la
fuerza que les falta y dirigir la nuestra. Deben aprender muchas
cosas, pero solo aquellas que les conviene saber (págs. 510-
511).
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Arbitrado
ser activo y fuerte, débil y pasivo el otro” (pág. 502). Interpretando lo anterior,