No obstante, Añorga (2013): expone que un programa “es la
prefiguración de las acciones que los profesores y alumnos han de realizar en
el tiempo y el espacio con un fin determinado por el curriculum” (pág. 56). Esto
refiere, el programa se conceptualiza en lo deseado reflejado en el perfil del
estudiante en cuanto a la educación y filosofía y lo que se puede alcanzar con
base a la disponibilidad de recursos en el aula de clase; así como ambientes
de trabajo adecuados en los mismos.
Por su parte, Estévez (2012): define al programa como “un conjunto de
actuaciones con el objetivo específico de impedir la aparición del problema al
que se dirige dicho estudio preventivo” (pág. 21). Dicho programa corresponde
a un conjunto de acciones congregadas y cimentadas en propósitos
específicos de fijar trabajos y actividades a los individuos que se encuentran
comprometidos con el proceso conforme a las potencialidades y capacidades.
Además, proporciona información detallada de los objetivos que se persigue;
partiendo de los resultados obtenidos en el diagnóstico hacia la consolidación
de los fines propuestos.
De acuerdo con lo antes expuesto, el programa constituye uno de los
elementos claves en el proceso enseñanza-aprendizaje, que pueda darse,
satisfactoriamente, la participación e integración de las actividades en un
contexto determinado. Ciertamente se presenta como una guía de trabajo,
abierto y flexible que forma parte de la función educativa social e integra todas
las acciones realizadas en la institución.
Los programas de educación ambiental deben abarcar aspectos que
permitan llevar a cabo pequeñas acciones, que puedan contribuir a una
concienciación y mejor vida ecológica, con el fin de alcanzar un efecto
multiplicador, de tal manera que las pequeñas acciones produzcan grandes
resultados, tanto por efecto acumulador como por sinergia. Al alcanzar este
objetivo se cumple con uno de los principios básicos de la misma, lo cual es
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Arbitrado
del ambiente.