y estimula la investigación sobre el que hacer educativo. Dentro de este marco
de ideas, Trosino (2000: 26), considera a la formación como “un proceso de
obtención de conocimientos y desarrollo de aptitudes, que permiten la
preparación integral del hombre para una vida activa, productiva y
satisfactoria, así como para un eficiente desempeño en cualquier nivel de
calificación y responsabilidad”.
Partiendo lo señalado por el autor, se puede expresar que la formación
firme del educador es un mecanismo clave en el transcurso de renovación e
innovación didáctica encaminada al avance de la calidad de la enseñanza,
desde este punto de vista, la acción debe concebirse con los educadores al
igual que realizando investigaciones educativas con ellos.
Por lo tanto, la formación es el proceso que desarrolla el aprendizaje y
facilita un contexto para el mismo en tres terrenos principales. El primero es el
conocimiento y como emplearlo, el segundo es el aprendizaje de experiencias
y el tercero es el aprendizaje de valores. En ese orden de ideas, Díaz y
Hernández, (2002: 31), señalan:
La formación profesional involucra el estudio de los fenómenos
educativos de la docencia planteándose múltiples
aproximaciones disciplinarias, dada la complejidad que
representa no solo la explicación de los procesos de
aprendizaje y desarrollo personal involucrados, como por la
necesidad de disponer tanto de un marco de referencias
específicas, facilitando orientar la práctica (Díaz y Hernández,
2002: 31).
Es importante señalar, la acción educativa se ejerce en un marco y en
un medio que las más de las veces predeterminan, limitan o inhiben , potencian
o estimulan el sentido o la disposición que los educadores pretenden imprimir
a su quehacer pedagógico; la instituciones requieren de una dirección y de un
liderazgo preparados para dinamizar efectivamente ese quehacer, de
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Arbitrado
puntos de vistas, promueve el análisis de nuevos conocimientos pedagógicos