El proceso de globalización ha facilitado a los venezolanos el acceso a
grandes volúmenes de información, sobre todo con el advenimiento de las
tecnologías y su penetración en múltiples aspectos de la vida cotidiana, como
la salud, el comercio, las finanzas, el hogar, la escuela y la cultura, situación
está que ha requerido de formación y transformación de las instituciones para
lograr que el país no se quede inerte ante los avances mundiales.
Fernández y otros (2005: 25) señalan que “el inicio de un nuevo siglo,
caracterizado por la era de la información y globalización, favorece el
intercambio cultural, pero también se invaden espacios vertiginosamente”, por
lo que debemos estar atentos y preparados para saber manejarlo y más aún
aprovecharlo, en este sentido Montiel (2012: 19), plantea que
la arremetida de la industria cultural globalizadora impone
líderes modélicos reñidos con nuestra tradición y promueve
géneros artísticos exógenos, que no nos representan; los
medios de comunicación y las TIC pueden ser el vehículo
importante que promueva el reforzamiento de valores
culturales […] sin identidad regional no hay sentido de
pertenencia. No hay sentido de arraigo a la nación venezolana.
Situaciones como estas vienen amenazando desde hace años, pues ya
para 1951 Don Mario Briceño Iragorry en su obra Mensaje sin Destino atribuía
a la falta de sentido histórico de los pueblos gran parte de la crisis del país, por
no estar preparados para entender “la historia como sentido de continuidad y
de permanencia creadora” Monte Ávila editores (1980, pág. 46), este
planteamiento lo hace reconociendo en su tiempo al igual que lo hacemos hoy
día la importancia del avance en términos de industria y comercio y de saber
de la existencia de otras culturas.
No obstante, trata especialmente la necesidad de buscar de esos
valores legítimos, que hoy entendemos como identidad nacional y que están
87
Artículo
1. Introducción