apreciación de lo complejo que se busca profundizar en los rasgos
constitutivos del mundo real producto del desarrollo que en las últimas
décadas ha experimentado la ciencia física y la concepción del conocimiento
científico surgido a raíz de la modernidad la cual le confiere a la ciencia, la
misión de disipar la aparente complejidad de los fenómenos, a fin de develar
el orden simple al que se supone obedecen los fenómenos que se suceden.
Ahora bien, la ciencia contemporánea se encuentra en proceso de transición
entre los ideales de conocimientos propios de la racionalidad clásica surgida a
la luz de la modernidad, y una emergente racionalidad que desde diversas
teorías científicas viene desplazando la simplificación desde la cual las
disciplinas científicas creyeron desentrañar los enigmas del mundo. Hoy esta
propuesta epistemológica es expresada bajo el término complejidad.
En este sentido Morín (2001), dice que “el pensamiento complejo está
animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no
parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado
e incompleto de todo conocimiento”. Es decir, el problema del sujeto no es un
problema de subjetividad, sino que es la interrogación fundamental sobre sí
mismo, sobre la realidad y la verdad.
Es aquí, donde la educación intercultural expresada, en términos de
conocimiento y en la vía de obtención del saber, no es un aspecto más a
considerar, sino un elemento fundamental del cual depende el valor y la
confiabilidad del conocimiento, entendiendo que la cultura es una construcción
permanente, es memoria y dimensión inherente a la persona humana en su
sociedad; es particular y dinámica, comunitaria y universal, espiritual y
material. Es también la visión y el orden del mundo y la vida, concebida a
través de la sucesión de experiencias y descubrimientos, y de asociaciones
que orientan el comportamiento de la persona en su familia y la sociedad.
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Arbitrado
establecen relaciones recíprocas entre sí y configuran un todo. Es en esta