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La imaginación siempre es subversiva. Pero en los dos últimos siglos se ha impuesto una visión racionalista del mundo, aunque vaya contra la condición humana.” Esa visión racionalista, trasladada a la cocina, ¿sería un experimento como el llevado adelante por Ferrán Adría? Es curioso, pero Álvaro Cunqueiro, en el prólogo del libro “Cocina Gallega”, escribió: “…si todos los hombres se nutren, solo unos pocos saben comer, ya que es con la reflexión, con el pensamiento, como debemos elegir nuestros platos, y con la imaginación degustarlos, ya que sin imaginación toda la alimentación del hombre podría reducirse, por ejemplo, a unas píldoras”. “Lo cual quiere decir que son las gentes de imaginación, casi siempre, las que comen mejor, quizás porque, como decía el conde de Clemont-Tonnerre, asocian su sustancia terrenal al lugar de donde son, y perciben entonces hasta su mismo meollo el lazo que los ata a la tierra que los soporta; sienten la secreta esencia de las cosas incorporarse a la suya, y así comulgan con su tierra en un festín de amor. Son gentes, también, que conocen las verdaderas riquezas de la cocina propia, sin lo cual nunca será fácil apreciar el misterio de las cocina ajenas”. Ya veis, no hay que dejarse engañar con espejitos de colores ni brillos ni oropeles. La cocina no se explica, se disfruta. No se observa desde lejos como a obras de arte inaccesibles, se come, se comparte. He aquí la responsabilidad del verdadero cocinero. Tener presente que cocina e identidad son inseparables. Que la técnica va subordinada a la imaginación, y ésta a los límites del arte culinario. www.revistasapo.com 52