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SAPO LECTURA Encontró el condimento esencial; los latinos pronunciaron siglos después salsus, salado, y finalmente salsa fue el nombre de las preparaciones que añaden sabor (sin neutralizar) al insumo básico de un plato. Llevando la cuestión a extremos propios de torpes soldados descendientes de frugales campesinos, ávidos de emociones y sabores fuertes, los romanos inventaron el garum, salsa salada a base de pescados y vísceras secadas al sol. Con ella enmascaraban todos sus platos, olvidaron la sencillez a la hora de comer de sus antepasados etruscos, campesinos y pastores. Poquito a poco, al avanzar el águila Imperial sobre todo el mundo conocido, incorporan especias, vino, miel, vinagres, azúcar; se espesaban las salsas con yemas de huevo o pan, y casi todas eran agridulces, espantosamente rebuscadas. A partir del siglo XVIII, con la llegada de nuevos alimentos desde América, y la creatividad de muchos cocineros, nacen las grandes salsas. Se habla de salsas madre, Demi-glacé, española y de tomate, bechamel y velouté. Careme y Escoffier las clasifican, y promueven en sus libros. Por más de doscientos años, la haute cuisine francesa domina el panorama gastronómico mundial. Sus términos son el ABC de los cocineros profesionales. Pero la idea, confirmando que la humanidad da un paso adelante y dos atrás, volvió a ser la de enmascarar. Las salsas frías como la mayonesa y sus derivadas ayudan a presentar con más facilidad platos vistosos, pero con sabor a la salsa predominante; se suele abusar, a la vez, de las gelatinas. www.revistasapo.com 50