“CON LOS VILLARD DESPUÉS DE VENDIMIAR”
Una de las mujeres comenta lo relajante que
llega a ser este proceso, a lo que uno de los
hombres del grupo le contesta que el efecto
es similar planchando o masajeándoles la
espalda a ellos (¡Ja!). Nadie se enoja, todos
nos reímos, incluso dos chicas extranjeras
que han venido a apoyar las labores de
vendimia. Como no son muchas manos, es un
lindo proceso colaborativo cada vez que se
necesita, y la idea es traspasar el espíritu a la
botella.
A la hora del almuerzo, obviamente este es
bien preciado. Tenemos Carmenere, Syrah,
Cabernet Sauvignon, los que ya empiezan
a ser notorios, de hecho, este último es
mi favorito: afrutado, suave, elegante. La
cosecha pasada Lugarejo produjo en total
2000 botellas, este año esperan llegar a
4000.
Sin duda pienso volver, esta es una verdadera
viña garaje, alejada de todo camino conocido.
Por eso se llama Lugarejo: lugar pequeño y
alejado, donde el vino se vive.
La tercera experiencia es en Koyle, viña que
tiene como sello el hecho de ser pioneros en
agricultura biodinámica, el método agrícola
más antiguo del mundo, donde el viñedo
es un todo conectado con su entorno en un
ecosistema equilibrado y lo que importa es
la salud de la tierra, por lo tanto las parras
crecen sanas, sin uso de productos químicos,
sólo utilizando productos propios del campo,
lo que permite obtener vinos con expresión
de origen que hablen por sí mismos.
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