Entramos y nos encontramos con
multitudes de personas felices y
dispuestas a darlo todo. Hicimos un
rápido paneo del lugar, detectamos
la barra y ahí nos clavamos, miramos
al barman, le pedimos tres shop y
ahí comenzó la fiesta. Cada shop
contenía un litro de cerveza, y como
no queríamos que se calentara,
estábamos obligados a tomar con
sed. Cuando se nos quitaba la sed,
aplicábamos la fórmula perfecta,
enrollábamos un buen porrito,
esperábamos a que se nos secara la
boca y partíamos nuevamente a la
barra.
La banda que tocaba era increíble,
y la otra y la otra y la otra… En fin,
todo era de lujo, bailamos todo
el concierto. Entre medio fui al
baño 237 veces, y cada vez que
iba, tenía más y más amigos. Hablé
con la mitad de la fiesta, me saqué
fotos con casi todos, les hablaba
en portuñol alcoholizado, no sé si
me entendían, pero yo creo que
sí porque por donde caminaba, la
gente me saludaba por mi nombre.
A las cinco de la mañana ya era más
famoso que el grupo estrella.
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