BACALAR, MÉXICO
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Todos los dueños de estas embarcaciones
están agrupados en una cooperativa, dirigida
por el capitán Ramón Ayala. Él lidera algunas
expediciones que se realizan hacia el sector
más desonocido de la laguna, una zona tan poco
explotada, que por varios kilómetros no se divisa
ningún rastro de intervención humana, salvo
algunos muelles abandonados que se internan
en la laguna. De hecho, la ausencia completa
de luz artificial permite ver la contaminación
lumínica de Belice City, la capital del país vecino
y excolonia británica que colinda con el sureste
mexicano.
—Entonces, ¿cuál es tu nombre de pirata? —,
me dice Jaime Terrazas cuando intento subir al
velero.
—No tengo.
—Muy mal, porque aquí todos tienen uno.
Esta fue la primea conversación que tuve al
comenzar la expedición, que se realiza en veleros
de 3x5 metros. Tres días con sus noches en ese
reducido espacio hacen que el viaje parezca un
reality show, más aún por el hecho de no llevar
ningún tipo de artefacto electrónico.
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