Llegamos al hotel, nos duchamos y nos
juntamos todos en el lobby. Las chicas todas
guapas, nosotros los hombres encamisados
y perfumados. Llegó el bus con destino a
Pachá y, mientras viajábamos cruzando la isla
a nuestro destino, Francesco, nuestro amigo
y socio de la agencia, hacía un show que
ninguno de los asistentes olvidaría. El viaje
fue un cagarse de risa constante, llegamos al
destino más prendidos que tele de conserje.
Ya en la entrada, mis compadres Sebastián,
Fangulo y Franceso, sacan una botella de
agua que contenía una droga que estaba de
moda por esos días: MDMDA, el cristal del
éxtasis. Yo nunca había tomado éxtasis ni
nada parecido pero estaba tan ansioso por
entrar que tomé la botella y me la empipé
casi hasta el final. Mis amigos no tardaron en
llamarme la atención de manera perentoria:
“¡¡¡Qué haces hueón!!! ¡¡¡Pasa la botella!!!” Así
que les entregué lo que quedaba, nadie me
dijo que eso era para todos. En fin, me dio lo
mismo y entré.
Recuerdo que estaba muy oscuro, se veía
miles de personas bailando en varios pisos, o
eso creo. Comienzo a caminar entre la gente
y la música comenzó a fusionarse con mi
cuerpo, sentía que los bajos hacían palpitar
mi corazón y que la música era la mejor que
había escuchado y sentido en mi vida. Estaba
realmente alucinado, caminaba por todo lado
mirando lo que sucedía. Hasta que de repente
elijo una presa. Veo un grupo de chicas
brasileñas que venían en el grupo, identifico a
una que llevaba un vestido ajustado y se veía
guapísima. Me acerco y sin decirle ni hola, la
abrazo por detrás, y con nuestros cuerpos
ajustados nos comenzamos a mover al ritmo
de la música.
IBIZA
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