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REVOLUTION EN LA LOMA
Nos enteramos de que en el oeste del conurbano bonaerense vive un fanático
de Aerosmith que conserva un arcade del Revolution X, e inmediatamente
fuimos a conocerlo. ¡Sweet emotion!
Por enrique d. fernández
▶
L
legamos al hogar de Adriel Roy
Delaunay, ubicado en la localidad
de Lomas del Mirador, y, entre
tantas consolas, juegos, discos y
figuras de acción, no pudimos quitar los
ojos del Revolution X que tiene estaciona-
do en medio del patio.
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¿Cuándo arranca tu pasión por el
Revolution X?
Desde que era pibe. Me rateaba del co-
legio y me iba a jugar a Paf, un local de
fichines que estaba en Ciudadela. Esta
era mi máquina preferida y la jugaba
siempre. Me volvía loco.
¿Y el arcade de dónde sale?
Como yo era fanático de Aerosmith,
conocía a un loco que tenía una banda
tributo y se había comprado una de estas
para llevar minas a la casa y hacerse
sacar fotos con el arcade. El flaco lo tenía
desde el año 2003 para hacer facha, pero
no creo que la haya finalizado. Yo siem-
pre le rompía las bolas para que me la
vendiera. Hace dos años, un día lo agarré
medio endeudado y le dije que tenía la
plata para comprarlo. Arrancó pidiendo
$28.000 y fuimos negociando hasta que
le hice una oferta final por $15.000.
¿Te acordás del día que lo fuiste a buscar?
Sí, me fui hasta Don Torcuato con un
flete. El chabón me hizo esperar dos
horas en la puerta de la casa porque
no quería salir. No me respondía los
mensajes. Se había arrepentido y no me
lo quería vender porque sabía que no
lo conseguía más. Al final le pedí a una
vecina que lo llamara y salió. No sabés lo
que pesaba. Cuando lo levanté me saqué
la rodilla de lugar. Lo traje y me di cuen-
ta de que no andaba, tenía descalibradas
las armas. Era un quilombo. Encima no
tenía la llave para desarmarlo. Tuve que
romper la cerradura y ponerle otra.
¿Te contactan otros interesados?
Cuando subo alguna foto a Instagram
me escriben fans de Aerosmith que lo
quieren conocer. Mientras traigan un
par de birras, pueden jugar las fichas
que quieran.
“Esta era mi
máquina preferida
y la jugaba siempre.
Me volvía loco”.
De toda su colección, Roy elige
las portátiles. Nos dice que son
el escape que lo desconectan
del mundo por un rato cuando
vuelve de laburar.
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