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PostdoctUBA Revista del Postdoctorado de la Universidad Bicentenaria de Aragua Volumen 1. No. 2 Octubre, 2018 En tal sentido, en los últimos tiempos, el ser humano ha iniciado la búsqueda de estrategias que le permitan mejorar sus relaciones interpersonales, manejar conflictos, disminuir el estrés, los estados depresivos producto de la intensa dinámica social, mejorar sus respuestas ante las inevitables experiencias de la vida y encontrar un camino hacia el éxito y la felicidad. Ambos conceptos (felicidad y éxito) son subjetivos ya que serían el resultado de un proceso introspectivo del individuo denominado por Bar-On (1997) el autoinforme, un proceso del pensamiento que permite determinar qué tan feliz y exitoso se considera una persona. Es por esto, que aparece la propuesta del camino hacia el mundo interior, el reconocimiento de la individualidad, las emociones, los sentimientos y todos aquellos elementos que el racionalismo radical considera totalmente desvinculados y opuestos a la razón. La neurociencia y los avances de la imageneología han dado importantes aportes, confirmando la presencia a nivel cerebral de otras habilidades distintas a las cognitivas. Lo que ha fortalecido el uso y aplicación del término Inteligencia Emocional en el mundo científico. La personalidad es una estructura que va tomando forma durante cada etapa de la vida, para garantizar un desarrollo integral de la misma, en la que el individuo tenga suficientes herramientas para afrontar los hechos inesperados de la vida, lo que ha sido tarea de la psicología humanística a lo largo del tiempo. Allport, Maslow y Roger a mediados del siglo XX, hicieron énfasis en la necesidad de reconocer las emociones, su relación con la motivación y los procesos cognitivos. Esta idea fue sostenida y apoyada por Albert Ellis quien creó la Psicoterapia racional emotiva, en la que evidencia la influencia de los pensamientos en las emociones. Es por esto que, cognición, pensamientos, conducta y emociones, fueron elementos que se entrelazaron en la psicología positiva y las nuevas tendencias que fueron apareciendo desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Al respecto, Extremera y col (2003) señala que la personalidad como la organización dinámica en el interior del individuo de aquellos sistemas psicofísicos que determinan sus ajustes peculiares al entorno, es la suma de dos elementos: el temperamento, hereditario y el carácter, producto de las relaciones sociales, se adquiere, se modifica, son conductas aprendidas. La teoría exógena del desarrollo de la personalidad (Skinner) expone que el ambiente social y cultural va a ser el factor determinante para el desarrollo de la personalidad. Por otra parte, plantea que en ese proceso de estructuración el ser humano incorpora lo que denominó habilidades sociales, que le permiten desarrollar una personalidad equilibrada en cuanto a sus relaciones interpersonales. Por su parte Erickson en su teoría del desarrollo social de la personalidad se acercó mucho al mundo de las emociones, divide el ciclo vital en ocho estadios, y en cada uno de estos el ser humano debe afrontar un conflicto emocional que necesita ser confrontado y resuelto antes de que la persona avance hacia otra etapa. El ser humano en cada etapa debe resolver y cerrar sus conflictos de existencia, pero para esto debe tener las herramientas necesarias. Las últimas décadas, especialmente desde la segunda mitad de los años 90, se ha evidenciado lo que algunos investigadores han denominado la revolución emocional, un fenómeno cultural que tiene su origen en la aparición del constructo Inteligencia Emocional. Las primeras aproximaciones fueron realizadas por Leuner (1966) con su artículo en alemán Inteligencia emocional y emancipación; seguidamente el trabajo de Payne (1986) con su trabajo: El desarrollo de la inteligencia emocional, la integración del ser, relacionada con el miedo, el dolor y el deseo, hasta la publicación del libro de Goleman (1995) cuando logra propagarse de manera definitiva en todas partes del mundo. Se apoyan en que es muy frecuente encontrar personas con altos coeficientes intelectuales pero que no han logrado alcanzar el éxito y la felicidad en su vida profesional y familiar. Es decir, no han logrado obtener buenas relaciones interpersonales, alcanzar altos cargos en sus sitios de trabajo, estabilidad con una pareja, tener amigos y desarrollar una personalidad plena, en la que el ser humano cuenta con estrategias que le permiten desenvolverse con habilidades emocionales. Sin duda alguna, la educación amerita cambios inmediatos que favorezcan el desarrollo de competencias emocionales. La educación emocional es un constructo de la psicología que presenta en la década de los 90 el profesor e investigador español Rafael Bisquerra quien promueve la aplicación y ejecución de programas para la educación emocional que ya han sido diseñados en varias partes del mundo por investigadores y estudiosos de la conducta humana (Programa SICLE de Vallés 1999, Programa Travesse 1999, Programa para la mejora de la inteligencia emocional de Guell y Muñoz, 2005, Programa de educación emocional para la educación secundaria de Pascual y Cuadrado). La educación emocional es el proceso educativo, continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional, como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales para el desarrollo de la personalidad integral según Bisquerra (2006). El propósito de esta educación es el desarrollo de competencias emocionales, también descritas como habilidades mentales que orientan la conducta humana hacia reacciones más acertadas y adecuadas, con la intensión de permitir el desarrollo de una personalidad integral. De esta forma garantizar la presencia de niños y jóvenes menos violentos e impulsivos, que logran gestionar sus emociones y ser empáticos. Si se logra atender el desarrollo del coeficiente emocional, se estaría frente a la posibilidad de transformar las sociedades del futuro. Conclusiones La sociedad actual afronta una crisis axiológica, una batalla contra la violencia, considerando que los niños y jóvenes en su desarrollo hacia la vida adulta necesitan tener recursos y estrategias para enfrentar las inevitables experiencias que le depara la vida. Es por eso que el ser humano trascendió los aspectos materiales para iniciar la búsqueda de estas herramientas, y el sistema educativo reconoció esta necesidad. En este sentido, la educación emocional se presenta como una posibilidad de facilitar los estudiantes un abanico de herramientas para la vida. Competencias emocionales que serían aprendidas en la escuela, lugar que debe atender con igual énfasis y preocupación el desarrollo del coeficiente emocional. De esta forma, la educación se aproximaría a alcanzar su verdadero propósito: la transformación del ser humano. Solo así, se lograría impulsar el avance de la sociedad hacia caminos de paz, fraternidad, y felicidad. Referencias Bar-On, R. (1997). The Emotional Intelligence Inventory (EQi): Technical manual. Toronto, Canadá: Multi-Health Systems. Bisquerra, R. (2006). Educación Emocional y bienestar. Barcelona: Praxis Extremera, N. & Fernández-Berrocal, P. (2003). La inteligencia emocional en el contexto educativo: Hallazgos científicos de sus efectos en el aula. Revista de educación, 332, 97-116. Goleman, D. (1995) Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós. Salovey, P. & Mayer, J. (1990). Emotional Intelligence. Imagination, Cognition and Personality 9. pp. 185-211. La inteligencia emocional es la habilidad de manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones según Salovey y Mayer (1990). Quienes han investigado por décadas este tema afirman que el coeficiente emocional es igual y hasta más importante que el coeficiente intelectual. ISSN: 2610-8134 Recibido Marzo, 2018 Aceptado Octubre, 2018 Páginas 2 Depósito Legal: AR2018000091 22