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PostdoctUBA
Revista del Postdoctorado
de la Universidad Bicentenaria de Aragua
Volumen 1. No. 2
Octubre, 2018
Para la autora, hay una fuerte intencionalidad por “…evaluar sólo al alumno con
énfasis en los conocimientos teóricos, se evalúa de manera descontextualizada,
cuantitativamente y con instrumentos inadecuados, se evalúa para controlar, no
se hace autoevaluación, no se practica la evaluación continua y no se hace
metaevaluación (p. 3).
Al respecto, Chacín (2011) señala que los resultados de su investigación
“…evidenciaron que los docentes tienen una clara concepción de la evaluación
por procesos, sin embargo no se evidencia en los Proyectos de aprendizaje” (p.
124), lo que representa una ambigüedad entre la teoría y la práctica, en donde los
docentes parecieran estar planificando de una forma y evaluando desde otra
perspectiva que no permitir el desarrollo pleno de las habilidades y destrezas de
los estudiantes, ni favorece la evolución en la praxis educativas del personal
docente.
Lo que implicó la reforma de las políticas educativas, la revisión profunda de sus procesos
con la intencionalidad de generar transformaciones curriculares que vertieran la atención
del sistema educativo en el estudiante, como centro del quehacer docente.
En este sentido, Riesco (2008) manifiesta que las competencias “…son una combinación
de conocimientos, habilidades (intelectuales, manuales, sociales), actitudes y valores…” (p.
68). En síntesis, un conjunto de competencias que se van fortaleciendo en el tiempo y que
permiten la formación del individuo desde una visión integral, toda vez, que integra todos
los saberes que se van propiciando de forma continua y que a su vez se van enriqueciendo
con nuevas vivencias.
En este orden de ideas, García y López (2010), expresan que las competencias, pasan a
constituir “…una corriente de renovación curricular que incide en la necesidad de concretar
y medir en logros observables… los aprendizajes alcanzados por los estudiantes “(p. 6).
Partiendo de la descripción de los procesos, en vez de solo someterse a cuantificarlos, sin
que ello implique conocer la realidad verdadera del aprendizaje, ni mucho menos ubicar al
estudiante como el eje central de la actividad educativa.
Por su parte, Fernández (2010) afirma que la evaluación en la formación por competencias
“…pasa por considerar que el objeto de la evaluación no son sólo los conocimientos
adquiridos sino… las competencias desarrolladas por los estudiantes” (p. 24). No basta con
que los estudiantes conozcan de uno o varios temas, sino que eso que conocen lo lleven a
su práctica diaria, constituyendo con ello el desarrollo de una competencia que se
fortalecerá en el tiempo y que no será olvidada.
Fuente: Red Peruana de Evaluación (2016) Estándares de Evaluación para
América
Latina
y
El
Caribe.
Disponible
en:
http://evalperu.org/destacados/estandares-de-evaluacion-para-america-latina-y-el-
caribe
Visión de Latinoamérica y El Caribe
El proceso de evaluación y todos los elementos que de una forma u otra se
relacionan con el mismo, considerado por muchos investigadores, como vital en la
educación primaria, constituye ciertamente junto a la planificación la vía para
poder conocer cómo se han vendido desarrollando los procesos de enseñanza y
aprendizaje, especialmente en las últimas décadas, cuando surge la necesidad de
evaluar por competencias y que estas se articulen con el bienestar emocional,
intelectual y afectivo de los estudiantes, valorando y potenciando en todo
momento sus habilidades y destrezas.
Por ello, el interés en interpretar y comprender la metodología empleada en el
currículo existente en Venezuela, Honduras, Colombia y México, como una
muestra de países latinoamericanos y caribeños, donde en la actualidad se
utilizan nuevos significados o conceptos que parten de las competencias y sus
relación directa con el aprendizaje, el superar la postura tradicionalista de la
planificación y la evaluación, el logro de competencias de los educandos por
encima de los meros contenidos academicistas, entre otros aspectos.
Para Díaz y Hernández (2000) la evaluación del proceso de aprendizaje es una
tarea necesaria, en tanto que aporta al profesor un mecanismo de autocontrol que
la regula y le permite conocer las causas de los problemas u obstáculos que se
suscitan, con la intención de comprender el sentido que tiene la evaluación como
un elemento constante en la práctica educativa, la cual no debe obedecer a un
solo momento, sino que debe tener una continuidad en el tiempo para fortalecer,
modificar y registrar todo lo que de ella se vaya derivando.
Razón por la cual, para Córdova (2007) la evaluación “…se convierte, en muchas
ocasiones, en el puente o vínculo principal entre la enseñanza y el aprendizaje. Al
hablar sobre evaluación…, se está hablando al mismo tiempo de una serie de
aspectos que van más allá de unos resultados cuantitativos…” (p. 2). No solo se
buscan considerar que tanto se ha aprendido, sin darle importancia o fundamento
a la calidad del proceso, que solo es posible si se registra de manera cualitativa;
permitiendo con ello dar cuanto de la evolución del estudiante y enriquecer su
aprendizaje desde la naturaleza que le proporciona su propio ser.
Con respecto a las competencias, Zabala y Arnau (2007) señalan que “…nace
como respuesta a las limitaciones de la enseñanza tradicional y las definen como
“la actuación eficiente en un contexto determinado” (p. 24). Considerando que la
visión sesgada que se estableció durante muchos años en los diferentes sistemas
educativos de Latinoamérica, no favorecieron las pretensiones de calidad que
tanto se anhelaba, precisamente por procesos que mecanizaban a los
estudiantes, encasillándolos en una educación limitativa.
En ese aspecto, la autora, propone ver la evaluación de competencias como un
planteamiento video gráfico y no fotográfico. Pues, “no se trata tanto de emitir un juicio al
final del trayecto como de seguir la progresión del desarrollo de competencias” (p. 26).La
evaluación de competencias se basa entonces en el acceso a fuentes múltiples y variadas
de información con el fin de determinar si los estudiantes han alcanzado el nivel esperado
de desarrollo de competencias, así como un grado suficiente de dominio de los recursos
vinculados a cada competencia.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), en trabajo conjunto con el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la
Calidad de la Educación (LLECE), en el año 2008, unificaron esfuerzos para una
interesante indagación en los procesos evaluativos que con base a los aprendizajes que se
estaban ejecutando en América Latina y el Caribe con miras a fortalecer la calidad
educativa, llegando a importantes reflexiones al constatar la necesidad de trasformar
sustantivamente los modelos evaluativos.
Por lo que, la evaluación debe dejar de ser asumida por algunos grupos de docentes como
una forma de expresar y demostrar su poder, o en el peor de los casos utilizada a la ligera
sin valorar su implicación en la formación integral del estudiante, ya que sin lugar a dudas,
los resultados de la evaluación, será el eje que pudiese centrar la mirada del educando
para luego desde una visión interna, reconocer o no su significado y la manera como esta
formará parte de su desarrollo en lo académico, social, afectivo, espiritual, cultural.
Procesos Evaluativos en México
De acuerdo a Schmelkes (2010) y en referencia a México, es habitual que “el problema es
que sólo se evalúa, no se monitorea. La evaluación sin monitoreo no permite mejorar la
calidad, solamente constatar su presencia o ausencia. La clásica inspección, basada en el
análisis de los resultados…” (93). Que por concentrar su atención en mirar o valorar solo
los datos que arroja la evaluación, no se da la posibilidad de visualizar todos los elementos
que se puedan presentar para un mejor proceso educativo.
Es por ello, que la autora antes mencionada, indica que “la evaluación es importante, pero
sólo es útil para mejorar cuando se la combina con el monitoreo. Desde la perspectiva de
la filosofía de la calidad, se evalúa con el resultado, pero no por el resultado” (p. 93). Pues,
según manifiesta, “no es posible evaluar a las personas simplemente por su desempeño
final, medido a través de pruebas de aprendizaje.
Hay que considerar qué pasos se han seguido para mejorar estos resultados” (p. 93). Lo
que conlleva a un registro sistemático del proceso que experimenta cada estudiante, para
posteriormente poder obtener una información más vinculada con la realidad y luego,
partiendo de las debilidades detectadas, ejecutar estrategias pedagógicas que
complemente o fortalezca el conocimiento adquirido o por adquirir.
De no considerarse, los aspectos mencionados, se podría decir que estar en presencia de una mera
inspección que no hurga, no profundiza en el proceso en sí, sino que se limita a un número o a una letra
que sugiera un nivel de asimilación de contenidos, siendo para Schmelkes (2010) más importante “…el
control de los procesos, a fin de que los alumnos puedan pasar sin tropiezos por ellos. La evaluación
verifica si los procesos modificados contribuyeron o no al logro de mejores resultados” (p. 93).
ISSN: 2610-8134
Recibido
Marzo, 2018
Aceptado
Octubre, 2018
Páginas
3
Depósito Legal: AR2018000091
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