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PostdoctUBA Revista del Postdoctorado de la Universidad Bicentenaria de Aragua Volumen 1. No. 2 Octubre, 2018 Por los lados de la corriente transdisciplinar, Lima, Morín y Nicolescu (1994) exhortan al maestro a tener en cuenta la transdisciplinariedad en la educación, porque el mundo no puede verse fragmentado sino que debe ser visto desde las disciplinas que lo atraviesan, ya que el excesivo formalismo, las definiciones rígidas y la objetivación absoluta excluyen al sujeto. De ahí que propendan porque los educadores hagan dialogar a las ciencias exactas con la experiencia interior, que abarca el arte, la literatura y la poesía. Adicional a esto, aseguran que el profesor debe manejar un discurso en el que se reconozca al sujeto como un ser transnacional cuya patria principal es la tierra. También expresan que una educación auténtica no debe abstraer ni transmitir el conocimiento, sino que debe contextualizarlo, hacerlo concreto, y a la vez ponerlo en relación con la globalidad. Abogan por la dialogicidad y la discusión, porque ayuda a una comprensión compartida basada en el respeto al punto de vista del otro. Nicolescu (1996) al igual que Nussbaum y Freire, considera que el docente debe formar para cuestionar continuamente las certezas y creencias, evitar las respuestas prefabricadas y mantener siempre la duda con respecto a los hechos, imágenes, representaciones y formalizaciones. Para esto, es imprescindible que el maestro eduque al escolar en aprender a descubrir sus condicionamientos, la discordancia entre su vida individual y la sociedad y penetrar en sus convicciones, para saber qué hay en el fondo de su ser y partiendo de ahí, fundar el ser. Esa reconstrucción conjunta es una dimensión transpersonal, que involucra al sujeto religado con el objeto y el otro. Asimismo, Nicolescu (1996) afirma que el juego, la cooperación, la acción y la discusión deben hacer parte del aprendizaje, porque al involucrar al cuerpo y los sentimientos se comprenden más los saberes. Algo parecido plantea la corriente compleja, pues Morín, Ciurana y Motta (2002) dicen que en la educación debe haber afectividad por los educandos y placer de construir el conocimiento. Este goce atenúa la sensación de poder latente en la relación estudiante-educador. A su vez, le dan valor educativo al error, porque nadie tiene la razón absoluta. Adicionalmente, se puede decir que el pensamiento complejo propugna que el docente maneje la dialogicidad, la recursividad, la globalización y la aplicación de estrategias para la vida, sin dejar de lado la necesidad de que conozca la cultura en la que se desenvuelven los estudiantes. Freire (1985, 1990, 1996) plantea una educación liberadora basada en la problematización, la acción, la organización, la unión, la colaboración, el pensamiento crítico, la reflexión, el cuestionamiento y el diálogo. Asegura que una buena formación debe considerar los conocimientos basados en la experiencia como algo fundamental, tanto ética como estéticamente. Plantea que se debe investigar el contenido de lo que se estudia, para reinventar, re-crear, reescribir y asumir una actitud crítica, que es la que se necesita para confrontar la realidad. El cuestionamiento interno permite interpretar las razones que existen tras los hechos. A su vez, estima que la formación debe basarse en la reflexión crítica y en la acción mediante la mediación recíproca entre el estudiante y el maestro. En ese sentido, Nussbaum (2010) sugiere que la educación debe buscar la comprensión, pero acompañada de una formación participativa en artes y humanidades para así mejorar la forma de ver el mundo a través de los ojos del otro. Este pensamiento crítico y esta imaginación contextualizan el entorno del estudiante y lo hacen sentirse parte del mundo globalizado. Para ello, la educación para la ciudadanía mundial debe tener en cuenta los aportes que ofrecen la geografía, la historia, la cultura, la religión y los sistemas jurídicos y políticos mediante una interacción mutua y compleja. Se requiere trabajar en la solidaridad, la integridad, la ética y demás temas humanísticos. Eso requiere también promover la invención, la afectividad, la comunicación, la comprensión, el ponerse en el lugar del otro y la capacidad de pensar por sí mismo. Adicional a esto, Nussbaum (2010) expresa que se debe impulsar el espíritu investigativo, para que se puedan conocer otras culturas, historias, religiones, etnias, economías, políticas, instituciones, leyes, sociedades, géneros y lenguas extranjeras. En cuanto al lado transdisciplinar, Lima, Morín y Nicolescu (1994) consideran que, para poder enfrentar la complejidad del mundo presente, es preciso apreciar los problemas planetariamente. Por lo tanto, se requiere entender que existen diferentes niveles de realidad y distintos niveles de percepción, lo que conduce a comprender los mitos y las religiones y a los que creen en ellos. Esto permite admitir que existen otras culturas, pues la transdisciplinariedad fomenta un espíritu de apertura y tolerancia. De esta manera, una educación transdisciplinaria debe aprender a manejar un rigor argumentativo que tenga en cuenta todas las variables posibles; una apertura, para aceptar lo desconocido, inesperado e imprevisto; y una tolerancia, para hacer valer el derecho a las ideas y verdades distintas. Es preciso explorar los diferentes niveles de realidad por medio de los distintos grados de percepción, con el fin de conocer el universo a través de un autoconocimiento del propio ser. Adicional a esto, Nicolescu (1996) también asevera que debe haber un diálogo entre la ciencia y el arte, redescubrir la riqueza de las tradiciones del mundo, integrar lo local con lo global, religar los seres con las cosas y respetar lo planetario. No se debe olvidar que lo sagrado constituye una parte esencial de la estructura de la conciencia, por lo que es necesario comprender todas las dimensiones del ser humano. Por lo tanto, como el sistema educativo actual está basado en valores de otro siglo, es preciso adecuarlo a los desafíos de la globalización, para esto debe tender puentes entre los distintos saberes, las capacidades interiores y la aplicación en la vida cotidiana. En consecuencia, es importante ayudarle al educando a potenciar la creatividad e interrelacionarse con los demás. Esto último debe ser aceptado por todos y validado interiormente, así el estudiante aprende que el otro es un reconocimiento de sí mismo, y el educador logra que el estudiante entienda su propia cultura y convicciones. Por el lado complejo, Morín, Ciurana y Motta (2002) incluyen la lógica, el pensar y la imaginación, alejándose de la corriente simplista para asumir una criticidad que ayuda a conocer mejor la realidad, de ahí que trabaje en el terreno de las incertidumbres. Por esta razón, se debe propender por mirar el mundo como una sola patria, por esto que se requiere una educación que interiorice la libertad, la diversidad cultural, la igualdad, la fraternidad, la equidad y la democracia, para que se potencie el desarrollo de la conciencia. De igual forma, que busque concientizar acerca de la crisis ambiental, la pobreza, la violencia organizada y las migraciones compulsivas para evitar la autodestrucción de la humanidad. Adicional a esto, Morín, Ciurana y Motta (2002) admiten que una formación para estos tiempos debe tener en cuenta la crítica, el valor del error, la incertidumbre y la confusión. También aseguran que no se debe olvidar que la naturaleza, el ser humano y el planeta deben concebirse como algo globalizado, no se pueden vislumbrar de forma separada ni de modo reduccionista. Asimismo, Morín (1999a) aboga por un pensamiento que plantee y resuelva problemas propios y actuales, que argumente, que contextualice planetariamente y hologramice los saberes, que discuta, que fomente la curiosidad y la duda permanente y que cuestione continuamente. Porque la información se debe transformar en conocimiento y éste en sapicencia, mediante una autoformación propia que ayude a convertir al estudiante en un ser social. El estudiante debe aprender a ser autónomo y conocer su cultura. Otros de los saberes que no deben olvidarse, son las de la inteligencia estratégica, la comprensión, la afectividad y estudiar los problemas vitales desde una visión hologramática-planetaria, así como religar los conocimientos, que implica separar para conocer y vincular lo que está disgregado para así evitar la fragmentación disciplinar. En fin, se trata de una visión que permita tener en cuenta no sólo la parte crítica en la educación, sino también, la parte humana, lo transdisciplinar y lo complejo de la realidad. Partiendo de estos lineamientos críticos, transdisciplinares y complejos, se pueden concebir entonces las prácticas pedagógicas como el conjunto de acciones desplegadas por el profesor en los distintos escenarios de aprendizaje, con el propósito de propiciar el desarrollo armónico y la formación integral del estudiante. Acorde con lo anterior, se entiende por formación integral y pertinente, el tipo de educación mediada por el docente, que busca el desarrollo holista del estudiante, que le permita convertirse en un hombre de bien, capaz de tomar sus propias decisiones, de vivir en sociedad y de relacionarse responsablemente con el diverso medio natural y cultural en que vive. A su vez, aboga por el cultivo de las artes para así educar la imaginación y las emociones, que potencian la creatividad y el placer. También, afirma que en la formación es necesario el juego, porque produce empatía y afectividad y ayuda a percibir la cultura en la que vive el estudiante. ISSN: 2610-8134 Recibido Marzo, 2018 Aceptado Octubre, 2018 Páginas 6 Depósito Legal: AR2018000091 11