Revista Posada Almayer 5 Almayer 5 | Page 9

Almayer 5 El Paraíso/ Mtra. Obdulia Balderas Sánchez En un lejano pueblo de la costa grande año de 1938. El general Lázaro Cárdenas, Presidente de la República en aquel tiempo, pensó en lo rico en bellezas naturales de la región y por la cercanía con el puerto de Acapulco, quiso comunicar toda la región con Michoacán pensando en construir una carretera que hiciera posible la llegada de turistas al Paraíso. Empotrado en un rincón de la Costa Grande, tenía mucho qué ofrecer: una región llena de grandes cocoteros que la falta de comunicación dejaba en manos de los acaparadores que pagaban, a los productores de copra, a precios muy bajos. Pero, aun así dejaban al cocotero con dinero para sostener a su familia dignamente. En esos tiempos la costa era rica, cuando cosechaban su copra cada cuatro meses había dinero para festejar los bautizos, las bodas, los quince años y sobraba para irla pasando. Asistir a una ceremonia de esas, como invitados, era cuestión de ir con el ánimo de comer y beber hasta saciarse. Preparaban de entrada un rico consomé con corales de tortuga, caldo de jitomate con chilito, nada más para darle sabor con elote. Guiso de aletas de tiburón, pecho de tortuga adobado y talla de deliciosos pescados, loras, pez gallo, robalo, ostiones frescos, almejas reinas y gorros, con su respectivo limón y sal. No señores, eso era vida, y al sentarse alrededor de una mesa que prestaban las cervecerías (en ese tiempo llevaban un cartón de cerveza Superior en cuartitos; la Corona era despreciad, nadie quería esa cerveza tan corriente decían) a los invitados luego le ponían un cartón lleno de cerveza Superior. Un cartón para cada mesa. Todo amenizado con música de sonido o conjuntos que llegaban por ahí. El general Lázaro Cárdenas se encargaba de supervisar la construcción de la carretera personalmente, el avance de la misma venía a la altura de El Embarcader, un poblado chiquito al lado de una laguna enorme, que se conectaba con la de Pie de la Cuesta y con la de El Zapote. Al llegar a ese punto, aun sin terminar -en tiempo de lluvias se hacían enormes charcos de lodo- se encuentra la comitiva con una carreta conducida por una abuela, con cerca de diez nietos de distintas hijas que le dejaban a sus retoños para que los criara y los educara a su manera. La comitiva del General se detuvo y la abuela fustigaba a los bueyes para que avanzaran, pero era inútil la carreta estaba atascada. Los miembros de la comitiva presidencial al ver los esfuerzos infructuosos de la abuela y cómo el tiempo pasaba, se bajaron a empujar, pero no era fácil. El General, ya desesperado porque el tiempo avanzaba y ellos ahí detenidos, sacó la cabeza por la ventanilla y le gritó a la abuela: “ya quítate y deja pasar”, y la abuela ni corta ni perezosa le contestó al General: “ya huevón bájate a empujar”. Al presidente le pareció graciosa la respuesta de Petra, la Abuela, y entonces, alguien de la caravana le dijo: “es el General Lázaro Cárdenas y es el Presidente de México” a lo que Petra respondió: “y qué chingados me importa, qué no tiene manos”. El General se bajó de su vehículo y le dijo: “ya mujer, no te enojes. Mejor regálame un coco, tengo sed”. Ni tarda ni perezosa, echó mano de su machete y, sosteniendo el coco con una mano, en el aire , abrió el coco de un solo golpe y se lo ofreció. Así son las verdaderas mujeres costeñas. 5