Almayer 5
movió los peones y mostró la reina. Levantó la mano y
se acercó la mesera. Oscar nos la presentó: Lorena.
Oscar le dijo que nos contara acerca de ella, del
bartender y de la idea de este puesto de café que
estaba instalado prácticamente en la calle. Lorena nos
relató que su socio era chiapaneco, que de la selva de
Chiapas les llegaban directamente los granos tostados
y molidos por las manos de los campesinos mismos
que sembraban y barrían los cafetos para cosechar los
granos de café. Con ello se lograba que el campesino
tuviese el total de las ganancias por producción y
distribución, sin tener que pagarle a intermediarios o a
empacadoras. Era su manera de “revolucionar las
formas anticuadas de economías obsoletas que sólo
benefician a los pillos y ladrones, no sólo de dinero
sino de vidas…” -según dijo.
Prosiguió su relato comentando que ella conocía
personalmente a los campesinos y que eran familia de
Gerardo (el bartender), pero que no quiso sólo el
producto de sus manos, sino que se asoció con ellos
porque era lo justo, para que tuvieran una motivación
extra aparte del dinero: la prosperidad de su familia
entera. Para ello se había venido Gerardo a la ciudad,
para comenzar a vivir de las ganancias que el negocio
generase y que el porcentaje de la familia se iba en
parte a una cuenta de inversión en una cooperativa
rural manejada por gente indígena capacitada en
finanzas. A estas alturas del relato todos en la mesa
estábamos maravillados. En algún momento volteé a
ver el rostro de Alejandra que irradiaba un halo de
satisfacción que me hacía pensar que estaba
imaginándose siendo la redentora de más familias y
de pueblos enteros de indígenas chiapanecos a través
de más empresas y alianzas comerciales del tipo que
Lorena comentaba. Elías también estaba con una
actitud de alegría, como disfrutando el momento,
como sintiendo quizá que contribuía al reino del
Mesías con esta clase de acciones positivas a favor de
los menos agraciados. Por mi lado lo que sentía era
una atracción sexual hacia Lorena que no podía
explicarme a mí mismo y que me tenía tenso por
pensar que en algún momento me delataran mis
expresiones corporales. Pienso que lo que me atraía
era estar frente a una redentora de los pobres tan
hermosa.
Oscar le pidió a Lorena la cuenta, y nos dijo que esta
vez él no pagaría. Yo tomé la cuenta más por instinto
que por querer pagarla, y al mirar el costo final me
sorprendió lo barato que costaba cada café, pan,
sanguche y demás cosas que habíamos pedido. Lorena
me dijo: también cobramos lo justo al consumidor, no
vale mucho la pena salvar a unos a costa de otros;
todos deberíamos ser conscientes de nuestros actos y
decisiones, por eso queremos que con nuestros
precios y nuestra filosofía de negocio nuestros
consumidores sepan que reciben un beneficio
económico por nuestros bajos precios, y un beneficio
social al ayudarnos a sacar de la pobreza a los más
necesitados. Mi boca se abría y abría
involuntariamente al punto que Lorena terminó
sonrojándose al saber que me tenía embelesado
totalmente. Alejandra dejó un billete de $500 pesos en
la mesa y se levantó a abrazar a Lorena. Elías se irguió
en su banco de madera y se acomodó la camisa, como
si hubiese decidido algo importante en ese momento.
Oscar estaba listo para el jaque mate.
Nos preguntó: ¿cómo se sienten? ¿Fue una buena
elección haber venido a este café? ¿O quieren seguir
yendo al Starbucks de siempre? Nos deshicimos en
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