Revista Posada Almayer 5 Almayer 5 | Page 27

Almayer 5 movió los peones y mostró la reina. Levantó la mano y se acercó la mesera. Oscar nos la presentó: Lorena. Oscar le dijo que nos contara acerca de ella, del bartender y de la idea de este puesto de café que estaba instalado prácticamente en la calle. Lorena nos relató que su socio era chiapaneco, que de la selva de Chiapas les llegaban directamente los granos tostados y molidos por las manos de los campesinos mismos que sembraban y barrían los cafetos para cosechar los granos de café. Con ello se lograba que el campesino tuviese el total de las ganancias por producción y distribución, sin tener que pagarle a intermediarios o a empacadoras. Era su manera de “revolucionar las formas anticuadas de economías obsoletas que sólo benefician a los pillos y ladrones, no sólo de dinero sino de vidas…” -según dijo. Prosiguió su relato comentando que ella conocía personalmente a los campesinos y que eran familia de Gerardo (el bartender), pero que no quiso sólo el producto de sus manos, sino que se asoció con ellos porque era lo justo, para que tuvieran una motivación extra aparte del dinero: la prosperidad de su familia entera. Para ello se había venido Gerardo a la ciudad, para comenzar a vivir de las ganancias que el negocio generase y que el porcentaje de la familia se iba en parte a una cuenta de inversión en una cooperativa rural manejada por gente indígena capacitada en finanzas. A estas alturas del relato todos en la mesa estábamos maravillados. En algún momento volteé a ver el rostro de Alejandra que irradiaba un halo de satisfacción que me hacía pensar que estaba imaginándose siendo la redentora de más familias y de pueblos enteros de indígenas chiapanecos a través de más empresas y alianzas comerciales del tipo que Lorena comentaba. Elías también estaba con una actitud de alegría, como disfrutando el momento, como sintiendo quizá que contribuía al reino del Mesías con esta clase de acciones positivas a favor de los menos agraciados. Por mi lado lo que sentía era una atracción sexual hacia Lorena que no podía explicarme a mí mismo y que me tenía tenso por pensar que en algún momento me delataran mis expresiones corporales. Pienso que lo que me atraía era estar frente a una redentora de los pobres tan hermosa. Oscar le pidió a Lorena la cuenta, y nos dijo que esta vez él no pagaría. Yo tomé la cuenta más por instinto que por querer pagarla, y al mirar el costo final me sorprendió lo barato que costaba cada café, pan, sanguche y demás cosas que habíamos pedido. Lorena me dijo: también cobramos lo justo al consumidor, no vale mucho la pena salvar a unos a costa de otros; todos deberíamos ser conscientes de nuestros actos y decisiones, por eso queremos que con nuestros precios y nuestra filosofía de negocio nuestros consumidores sepan que reciben un beneficio económico por nuestros bajos precios, y un beneficio social al ayudarnos a sacar de la pobreza a los más necesitados. Mi boca se abría y abría involuntariamente al punto que Lorena terminó sonrojándose al saber que me tenía embelesado totalmente. Alejandra dejó un billete de $500 pesos en la mesa y se levantó a abrazar a Lorena. Elías se irguió en su banco de madera y se acomodó la camisa, como si hubiese decidido algo importante en ese momento. Oscar estaba listo para el jaque mate. Nos preguntó: ¿cómo se sienten? ¿Fue una buena elección haber venido a este café? ¿O quieren seguir yendo al Starbucks de siempre? Nos deshicimos en 23