Almayer 5
temas como verdaderos, sino que entendiéramos que
la imagen que se proyecta sobre algún tópico depende
del imaginario colectivo. Fuimos entendiendo, o al
menos intentándolo, que el dinero siempre está
asociado a los males globales, y también en la mente
de la mayoría de las personas el dinero está asociado a
las bajas pasiones individuales. Personalmente no lo
creía de esa manera, pero no importaba si lo creía o
no, incluso no importaba si fuese verdad o mentira, lo
que importaba era la asociación ideológica: el dinero
cargaba consigo, en aquellos días de inicio de siglo, la
idea de negatividad.
El dinero en sí mismo no debería ser nuestro ideal
para las personas, sino la felicidad. Eso era el resumen
de todo en la mente de Oscar. Cómo les podríamos
otorgar el acceso a la felicidad debería ser lo que
realmente debíamos buscar como meta. Según sus
ideas lo mejor que podíamos hacer era diseñar una
nueva idea de vida ideal, apoyados en los tópicos que
tuvieran una aceptación general de positividad, e
implementarla solapadamente.
- Y eso hicieron, ¿cierto?
- Te estás adelantando demasiado.
- Perdón expresidente.
Otra noche llegó al café donde nos veíamos con una
actitud muy alegre. A los pocos minutos nos dijo que
había conocido un nuevo café en la ciudad e insistió
en que fuésemos a conocerlo en ese mismo momento.
Pagó la cuenta y al salir le dijo a Alejandra que no
usáramos su auto, que fuésemos en metro. Así lo
hicimos, caminamos esa noche algunas cuadras por la
ciudad casi absortos de lo que sucedía en nuestro
derredor, nos subimos al vagón del metro, salimos de
la estación, caminamos otras cuadras. Al fin llegamos
a un puesto callejero, algo pintoresco pero con pinta
millenial; estaba hecho de lámina chapada y pintado
de colores sepia, un bartender moreno a media luz en
el ambiente interior, y una mesa con bancos en la
acera. Llegamos y nos sentamos. Yo no pude
contenerme y le dije a Oscar: “¿este es el lugar donde
querías traernos? ¿Es una especie de broma?” Y sí,
Oscar se reía. Pero dijo que no.
Se nos acercó una muchacha muy linda a tomarnos la
orden, yo pedí un café con leche y 4 cucharadas de
azúcar. No recuerdo qué pidieron los demás. Lo que sí
contribuyó al experimento social de Oscar fue que mi
café sabía a gloria, y que la mesera era, aparte de
hermosa, sumamente amable y sonriente. Después de
unos minutos de conversaciones más o menos sin
rumbo fijo nos pedimos algo de cenar. Un “sanguche”
de queso Chihuahua con salsa de aceite fue lo que me
pedí, y una segunda taza de ese café glorioso, ahora
con 5 cucharadas de azúcar morena. Yo seguía
esperando la jugada maestra de Oscar, porque sabía
que la tenía, pero hasta el momento no daba señales.
La cena y el café nos pusieron de buen humor, Oscar
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