Revista Posada Almayer 5 Almayer 5 | Page 26

Almayer 5 temas como verdaderos, sino que entendiéramos que la imagen que se proyecta sobre algún tópico depende del imaginario colectivo. Fuimos entendiendo, o al menos intentándolo, que el dinero siempre está asociado a los males globales, y también en la mente de la mayoría de las personas el dinero está asociado a las bajas pasiones individuales. Personalmente no lo creía de esa manera, pero no importaba si lo creía o no, incluso no importaba si fuese verdad o mentira, lo que importaba era la asociación ideológica: el dinero cargaba consigo, en aquellos días de inicio de siglo, la idea de negatividad. El dinero en sí mismo no debería ser nuestro ideal para las personas, sino la felicidad. Eso era el resumen de todo en la mente de Oscar. Cómo les podríamos otorgar el acceso a la felicidad debería ser lo que realmente debíamos buscar como meta. Según sus ideas lo mejor que podíamos hacer era diseñar una nueva idea de vida ideal, apoyados en los tópicos que tuvieran una aceptación general de positividad, e implementarla solapadamente. - Y eso hicieron, ¿cierto? - Te estás adelantando demasiado. - Perdón expresidente. Otra noche llegó al café donde nos veíamos con una actitud muy alegre. A los pocos minutos nos dijo que había conocido un nuevo café en la ciudad e insistió en que fuésemos a conocerlo en ese mismo momento. Pagó la cuenta y al salir le dijo a Alejandra que no usáramos su auto, que fuésemos en metro. Así lo hicimos, caminamos esa noche algunas cuadras por la ciudad casi absortos de lo que sucedía en nuestro derredor, nos subimos al vagón del metro, salimos de la estación, caminamos otras cuadras. Al fin llegamos a un puesto callejero, algo pintoresco pero con pinta millenial; estaba hecho de lámina chapada y pintado de colores sepia, un bartender moreno a media luz en el ambiente interior, y una mesa con bancos en la acera. Llegamos y nos sentamos. Yo no pude contenerme y le dije a Oscar: “¿este es el lugar donde querías traernos? ¿Es una especie de broma?” Y sí, Oscar se reía. Pero dijo que no. Se nos acercó una muchacha muy linda a tomarnos la orden, yo pedí un café con leche y 4 cucharadas de azúcar. No recuerdo qué pidieron los demás. Lo que sí contribuyó al experimento social de Oscar fue que mi café sabía a gloria, y que la mesera era, aparte de hermosa, sumamente amable y sonriente. Después de unos minutos de conversaciones más o menos sin rumbo fijo nos pedimos algo de cenar. Un “sanguche” de queso Chihuahua con salsa de aceite fue lo que me pedí, y una segunda taza de ese café glorioso, ahora con 5 cucharadas de azúcar morena. Yo seguía esperando la jugada maestra de Oscar, porque sabía que la tenía, pero hasta el momento no daba señales. La cena y el café nos pusieron de buen humor, Oscar 22