Revista Posada Almayer 5 Almayer 5 | Page 28

Almayer 5 elogios y expresamos lo a gusto que nos sentíamos, lo motivados y emocionados que nos había hecho sentir el relato y las ideas de Lorena y de Gerardo. Lorena seguía sin tomar el dinero de la mesa, Oscar agarró el billete y se lo dio a Alejandra. Se puso de pie, sacó su billetera y le extendió varios billetes a Lorena, quien los tomó, los contó y se fue con Gerardo. Ambos comenzaron a guardar las pocas cosas que había en la barra, cerraron la ventana que daba hacia la mesa donde estábamos, apagaron la luz y volvieron sin delantales. Oscar se levantó y les dio la mano, nos dieron una última mirada, nos sonrieron y se fueron. Oscar se volvió a sentar y nos dijo la verdad: eran actores, él los había contratado y había pagado por el montaje de un puesto de café. No existían Lorena, Gerardo, campesinos en Chiapas progresando ni alguna de las ideas que nos habían conmovido profundamente. Nos volvió a preguntar: ¿Ahora cómo se sienten? Hubo un silencio total, tanto en nuestras bocas como en nuestra mente. La decepción que yo sentía era profunda y se orientaba hacia el enojo. Al darme cuenta de mis emociones volteé a ver a Alejandra quien estaba tan iracunda que me asustó su expresión facial. Elías sólo mostraba que se sentía decepcionado de él mismo por haber perdido una partida de ajedrez contra Oscar, le dolía más que le hubieran tomado el pelo que la pérdida de sus emociones redentoras. Quizá Oscar también se asustó un poco al mirar la cara desencajada de Alejandra, y se apresuró a explicarnos sus certezas acerca de lo que venía diciéndonos hacía semanas. La imagen redentora que teníamos para el país pasaba por el dinero, pero no debía quedarse ahí, debía ir mucho más allá: la prosperidad verdadera era la felicidad. Eso que habíamos sentido al ser parte (ilusoriamente) de algo más grande que nosotros mismos, eso era la felicidad misma. Esa emoción que nos hacía mejores humanos era la felicidad. El café, la historia de Lorena y Gerardo, las familias de campesinos en Chiapas, todo eso fue mentira, pero no fue mentira lo que nos hicieron sentir, eso fue verdadero, y seguiría siendo verdadero si nosotros decidíamos seguir viviendo esas emociones. En sentido último eso era la espiritualidad de un humano: las emociones que se convierten en sentimientos. Las emociones positivas se convierten en sentimientos positivos, en otras palabras, la emoción llamada alegría cuando es constante se convierte en el sentimiento gozo. La emoción enojo cuando es constante se convierte en el sentimiento odio. Por lo cual, lo que sentimos minutos antes no debería ser desechado sólo porque nuestra percepción de la realidad cambió. En nosotros estaba cambiar la emoción, con sólo volver a cambiar la idea que nos tenía ahora enojados. No era difícil comprender lo que Oscar nos decía, pero mi frustración era tal que ya estaba sintiendo la satisfacción que se experimenta al dejar fluir el enojo hacia afuera de uno, ya le estaba insultando en mi mente y deseaba con toda el alma gritarle o al menos expresarle palabras reprobatorias o hirientes. Pero era Oscar, no era cualquier persona. Fui aminorando un poco mi frustración al ir verbalizando en mi cerebro todo esto. Pero quien no se resistió fue Alejandra. Se levantó de la mesa y se encaminó al metro, y aunque le hablamos e intentamos seguirla no fue posible hacer que volviera. Oscar parecía un poco avergonzado pero Elías le hizo saber que había hecho lo correcto, que fue radical pero necesario. Juan Carlos. Nacido en Zihuatanejo, en aquél Zihuatanejo de los años 80. Formado en la UANL como Arquitecto. Viajero ocasional pero entusiasta en conocer lugares, personas, maneras de vivir. Actualmente radicado en Monterrey, Mx; dirige JCA Arquitectos, oficina de diseño. Publicó Caballos en tropel en 2017. 24