Almayer 5
elogios y expresamos lo a gusto que nos sentíamos, lo
motivados y emocionados que nos había hecho sentir
el relato y las ideas de Lorena y de Gerardo. Lorena
seguía sin tomar el dinero de la mesa, Oscar agarró el
billete y se lo dio a Alejandra. Se puso de pie, sacó su
billetera y le extendió varios billetes a Lorena, quien
los tomó, los contó y se fue con Gerardo. Ambos
comenzaron a guardar las pocas cosas que había en la
barra, cerraron la ventana que daba hacia la mesa
donde estábamos, apagaron la luz y volvieron sin
delantales. Oscar se levantó y les dio la mano, nos
dieron una última mirada, nos sonrieron y se fueron.
Oscar se volvió a sentar y nos dijo la verdad: eran
actores, él los había contratado y había pagado por el
montaje de un puesto de café. No existían Lorena,
Gerardo, campesinos en Chiapas progresando ni
alguna de las ideas que nos habían conmovido
profundamente.
Nos volvió a preguntar: ¿Ahora cómo se sienten?
Hubo un silencio total, tanto en nuestras bocas como
en nuestra mente. La decepción que yo sentía era
profunda y se orientaba hacia el enojo. Al darme
cuenta de mis emociones volteé a ver a Alejandra
quien estaba tan iracunda que me asustó su expresión
facial. Elías sólo mostraba que se sentía decepcionado
de él mismo por haber perdido una partida de ajedrez
contra Oscar, le dolía más que le hubieran tomado el
pelo que la pérdida de sus emociones redentoras.
Quizá Oscar también se asustó un poco al mirar la cara
desencajada de Alejandra, y se apresuró a explicarnos
sus certezas acerca de lo que venía diciéndonos hacía
semanas.
La imagen redentora que teníamos para el país pasaba
por el dinero, pero no debía quedarse ahí, debía ir
mucho más allá: la prosperidad verdadera era la
felicidad. Eso que habíamos sentido al ser parte
(ilusoriamente) de algo más grande que nosotros
mismos, eso era la felicidad misma. Esa emoción que
nos hacía mejores humanos era la felicidad. El café, la
historia de Lorena y Gerardo, las familias de
campesinos en Chiapas, todo eso fue mentira, pero no
fue mentira lo que nos hicieron sentir, eso fue
verdadero, y seguiría siendo verdadero si nosotros
decidíamos seguir viviendo esas emociones. En
sentido último eso era la espiritualidad de un humano:
las emociones que se convierten en sentimientos. Las
emociones positivas se convierten en sentimientos
positivos, en otras palabras, la emoción llamada
alegría cuando es constante se convierte en el
sentimiento gozo. La emoción enojo cuando es
constante se convierte en el sentimiento odio. Por lo
cual, lo que sentimos minutos antes no debería ser
desechado sólo porque nuestra percepción de la
realidad cambió. En nosotros estaba cambiar la
emoción, con sólo volver a cambiar la idea que nos
tenía ahora enojados.
No era difícil comprender lo que Oscar nos decía, pero
mi frustración era tal que ya estaba sintiendo la
satisfacción que se experimenta al dejar fluir el enojo
hacia afuera de uno, ya le estaba insultando en mi
mente y deseaba con toda el alma gritarle o al menos
expresarle palabras reprobatorias o hirientes. Pero era
Oscar, no era cualquier persona. Fui aminorando un
poco mi frustración al ir verbalizando en mi cerebro
todo esto. Pero quien no se resistió fue Alejandra. Se
levantó de la mesa y se encaminó al metro, y aunque le
hablamos e intentamos seguirla no fue posible hacer
que volviera. Oscar parecía un poco avergonzado pero
Elías le hizo saber que había hecho lo correcto, que fue
radical pero necesario.
Juan Carlos. Nacido en Zihuatanejo, en aquél Zihuatanejo
de los años 80. Formado en la UANL como Arquitecto.
Viajero ocasional pero entusiasta en conocer lugares,
personas, maneras de vivir. Actualmente radicado en
Monterrey, Mx; dirige JCA Arquitectos, oficina de diseño.
Publicó Caballos en tropel en 2017.
24