Allí, la luz era tan intensa
que pude ver con exactitud
cómo se formaba un
hermoso eclipse, una
perfecta armonía entre mi
amada y la llama de una
antigua lámpara de aceite
que nos mantenía vivos pero
cautivos.
Trajo la tarde consigo un calor
sofocante. Joaquín sudada y yo me
hacía más pequeño cada vez.
La joven, con sus senos de afrodita
tomó la mano derecha de Joaquín y
la puso en su sexo. Mientras tanto,
yo jugaba entre la luz rojiza
provocada por el arrebol a levantar
la falda de aquella perfecta silueta
que se dibujaba y desdibujaba en el
asfalto ardiente de la calle tres.
Joaquín y la joven tomaron sus
bicicletas y partieron rápidamente a
una pequeña cabaña abandonada a
pocos metros de aquel viejo hospital
que me dio vida, y tras las ruedas
rechinantes, mi amor de infancia y
yo los seguíamos velozmente,
cambiando de forma una y otra vez.
Joaquín y su amada
empezaron a besarse y
tocarse lentamente y junto a
ellos, dos apasionadas
sombras se tocaban la vida,
se habitaban el alma, se
contaban historias. En un
momento de placer, Joaquín
decidió apagar el candil, y
junto con el último fulgor de
la llama mi amada y yo
fuimos desapareciendo y nos
refugiamos en la totalidad
del cuarto.
Juan Pablo Restrepo Murillo
Egresado Licenciatura Hum
Lengua Castellana.
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