Historia
DE UNA SOMBRA
Nací el día en que la luz de un tétrico
hospital, a las afueras de Medellín,
tocó por primera vez la piel blanca y
húmeda de aquel pequeño a quien
otras sombras, ya grises, llamaron
dulcemente Joaquín.
Recuerdo ese día como si fuera mío,
pero sé que no es así. Nací con
Joaquín, pero no pertenecemos el
uno al otro. Soy hijo de la vida que
huye de él cuando es besado por la
luz. Mi estado de ánimo no depende
de Joaquín, sino del tipo de luz que
lo atraviesa igual que una daga
suicida en busca de un corazón
quebrantado; igual que un adiós
congelado en cartas de cristal, jamás
dicho, encerrado en botellas de
cartón y tirado a la mar a su suerte.
Soy eso: aire, luz, oscuridad,
contradicción; eso que todos ven
pero que ignoran, un “yo” de otra
dimensión, pero tan vivo como las
flores que acaricio y huelo cada
mañana cuando salgo a caminar por
el jardín.
“Narrando nuestra oscuridad se
ve claramente la vida.”
Juan Gelman
"Los amantes" R. Magritte
He estado con Joaquín 55
años, pero nunca nos hemos
encontrado, nadie jamás nos
ha presentado, él ignora de
mí lo que yo sé de él.
Recuerdo la primera vez que
hice el amor. Fue una tarde
de agosto. Joaquín y yo
teníamos solo 16 años y
estábamos a punto de dar
nuestro primer beso a
aquellas mujeres que desde la
infancia se habían robado un
corazón, el de Joaquín, y un
haz de luz, el mío.
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