pOR: ERREMORRA. UNIVERSO CENTRO
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CRÓNICAS DE AMOR Y ODIO
I
Una noche de los años noventa, mi novia, unos amigos y yo llegamos a las puertas de Toque de queda, en la calle San Juan. Era la discoteca gay que causaba furor en la ciudad. En una ciudad que no ofrecía –ni ofrece– mucha diversión en las noches, aquella pequeña disco había llegado como un ángel redentor. Esa era la moda, colarse en aquel local alegre y “progre”. Guardadas las proporciones, Toque de queda era una especie de Studio 54. Como cada noche de viernes cuando llegábamos hasta la bouncer enorme y mal encarada que hacía el filtro, respondimos con un sí a la pregunta: “¿Ustedes son gais?”. La mujer nos miró como siempre lo hacía y a regañadientes nos dejó entrar.
A veces entrábamos porque nuestros amigos gais la convencían con sonrisitas y palabras dulces.
En fin, logramos entrar. Música a todo dar. Madonna era la reina en todas las pantallas. Ya estábamos borrachos y los golpes de bajo nos revolvían las entrañas. Hombres corpulentos se besaban recostados en los muros. En la pista central no cabía un alma, y luces vertiginosas de color rojo atravesaban el humo que envolvía a la multitud. Allí dentro todo era felicidad.
Tomados de la mano, mi novia y yo nos abrimos paso y nos sentamos en un muro bajo desde donde se dominaba la pista. Nos abrazamos mientras hacíamos equilibrio sobre el muro y nos dimos un beso largo y delicioso, hasta que una sacudida violenta nos hizo regresar a este mundo.
Sin comprender qué pasaba, levanté la cabeza y me encontré con los ojos enfurecidos de la enorme bouncer, que gritaba a un palmo de mi nariz.
Ilustración tomada de Mi blog de Gazte.