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receptivas con los embajadores de la co-
rrupción?
La acción de Odebrecht y otras constructoras brasileñas
fue más sutil que la del soborno descarado. Como ha
declarado Marcelo Odebrecht y ha confirmado Jorge Ba-
rata, su brazo ejecutor en Lima durante más de una dé-
cada, la empresa apoyó a casi todos los candidatos con
oportunidades de ganar la presidencia en 2006 y 2011.
Han brindado montos exactos. Siendo una empresa con
una división entera dedicada al pago de sobornos, no es
difícil presumir que, aun si recibir dinero de empresas
para campañas no constituye delito, estas contribuciones
fuesen una suerte de sobornos diferidos y difusos entre
potenciales gobernantes. Según Barata, bebieron de esa
misma agua envenenada los ex presidentes Toledo, Gar-
cía y Humala, el actual presidente Kuczynski, la ex alcal-
desa de Lima Susana Villarán y la dos veces candidata
presidencial Keiko Fujimori. No hubo quien dijera no.
¿Por qué nadie puede decir no? Pregunta dolorosa. La
Constitución peruana afirma que el presidente
“personifica” a la nación. No podemos quitarle la nalga a
la jeringa, la pregunta nos involucra. Por lo pronto, su-
giero leer La pasión de Enrique Lynch de Richard Parra
publicada en 2014. Esta novela corta es el extraordinario
relato sobre el siglo XIX peruano de la mano de un hom-
bre de negocios que es una suerte de ancestro carnal de
Barata. Ingeniero norteamericano llegado de Chile, hace
nes informales del particularismo: dinero para mi campa-
ña, tolerancia con la corrupción de mis acólitos y recur-
sos para aceitar a mi clientela. Sin embargo, según la ley
formal, ellos mismos deberían reforzar la institucionali-
dad del interés general. Oh, paradoja, deben fomentar
las instituciones formales que combatan las instituciones
informales del particularismo desde las cuales prosperan.
No ocurre.
Los peruanos hemos sido testigos de esto una y otra
vez. Con el congreso anterior (2011-2016) el congresista
Juan Pari realizó un excelente informe de investigación
sobre la actuación de las constructoras brasileñas en el
Perú. Congresistas de todos los partidos decidieron que
se engavetara. Solo adquirió actualidad cuando las justi-
cias brasileña y estadounidense revelaron lo sucedido en
el Perú. Algo similar ha ocurrido cuando se quiso fortale-
cer la unidad de investigación de delitos financieros del
poder judicial o al fiscalizar las “donaciones” a las cam-
pañas. Y recordemos que grupos empresariales hacían
cabildeo para que en los procesos por corrupción se san-
cionase al funcionario y no al privado.
Tras el canto solista de Jorge Barata, ingresa el coro po-
drido de la política peruana. Obviamente, nuestros políti-
cos ignoraban todo. La tragicomedia es mayúscula. Re-
nuncian a partidos, dibujan caras de sorpresa, hay quien
ya tomó un avión al extranjero y acusan de corruptos a
otros políticos por actos casi idénticos. El desprecio por
fortuna realizando obras públicas que consigue con so-
bornos e intimando con lo más fino de la sociedad lime- la ciudadanía es indisimulado, nos tratan de idiotas en
nuestra cara.
ña. Promete modernización a través de obras y le pagan Ante la crisis, la primera reacción es deshacernos de este
con el dinero del booming commodity de la época: el
guano. Parece calco. O sea, poseemos un par de siglos elenco acostumbrado al sí. Pero está probado que nue-
vos actores también pueden tener el sí fácil. Más bien, la
de experiencia. ¿Qué pasa en nuestras élites políticas y crisis abre oportunidad para hacer ciertas reformas insti-
económicas que desde siempre han sido receptivas con
los embajadores de la corrupción? tucionales que, al menos, cierren la puerta al ingreso de
dinero sucio en las campañas electorales. Después de
La crisis abre oportunidad para hacer cier-
tas reformas institucionales que, al menos,
cierren la puerta al ingreso de dinero sucio
en las campañas electorales. todo, si el individuo ejemplar que dice no preserva la
dignidad de la comunidad, son sus instituciones ejempla-
Aunque la pregunta es enorme y caben infinidad de hi-
pótesis, es indispensable observar la relación de estos
actores con las instituciones que los rigen. Nuestros líde-
res políticos y económicos prosperan bajo las institucio-
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res las que permiten la prosperidad en el largo plazo.
Alberto Vergara es profesor de la Universidad del Pacífico
y autor del libro "Ciudadanos sin república".
Fuente
https://www.nytimes.com/es/2018/03/09/opinion -vergara-
peru-corrupcion-odebrecht/?emc=eta1-es
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