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En Birka se ha descubierto un número considerable de esas tumbas, de las que algunas
consisten en una especie de encofrado de madera dispuesto alrededor del cadáver. El
muerto es enterrado o bien sentado, o bien en posición fetal, y este último uso es
seguramente muy antiguo.
En cualquier caso, la idea de viaje hacia el otro mundo no se presta a ninguna duda,
tanto por el aspecto a menudo naviforme de la tumba, que llegaba a ser un barco
incluso, como el de Oseberg o Groix, como por los pretrechos con los que se rodeaba al
guerrero o al comerciante en su última morada. Estas observaciones se aplican también
a las mujeres, a quienes se las entierra muy adornadas y provistas de lujosas joyas, así
como de todo tipo de objetos destinados a su subsistencia o su diversión.
Tomemos la tumba de una mujer de alto rango en Birka. Su cadáver está engalanado
con las joyas más bellas de la difunta, un collar hecho de anillas de plata, de ochenta
pertas de cristal y perlas de vidrio engastadas en oro y plata; dos colgantes de plata
enganchados al vestido y que representan a dos caballos muy estilizados; un soberbio
broche de bronce dorado en el estilo de Borre, lo que nos lleva a principios de la era
vikinga, con un decorado de animales lleno de belleza y que debía servir para atar el
manto de esta mujer; dos pequeñas joyas que lo mismo podían servir de pendientes que
formar parte de un collar; un cierre de bronce para un cinturón o cualquier otra correa de
cuero; una joya de bronce dorado con un trabajo sumamente refinado que constituía un
segundo collar. En la tumba, junto al cuerpo, se encontraban recipientes, uno de ellos de
factura frisona, un vaso de Renania, un hervidor de bronce de origen irlandés, dos cubos
de madera y un joyero de madera en el que había un peine de cuerno.
La tumba data de comienzos del siglo IX y es de una mujer de alto rango o, en todo
caso de gran fortuna, pues su vestimenta era de seda, lo cual denotaba lo más lujoso de
la época. En cambio, otra tumba en Birka que dataría entre el 913-980, en razón de la
presencia de una moneda de plata conocida, nos ofrece los restos de un guerrero que fue
inhumado en posición sentada. Tenía dos escudos, uno en la cabeza y el otro en los pies.
A su izquierda, la espada de doble filo. A su derecha, un cuchillo decorado, un hacha,
veinticuatro flechas y una lanza tipo venablo, de hierro con incrustaciones de plata y
cobre. Añadamos a ello dos estribos y dos caballos en un compartimento especial de la
tumba de madera. Parece que hubiera sido más guerrero que comerciante.
El otro mundo fue considerado un lugar agradable y digno de respeto. Se dirigían a él
con todos los honores que le eran debidos y de ello es testigo cuanto se ha encontrado
enterrado en las tumbas junto a sus difuntos.
Pero había de hacerse con arreglo a los usos. Todo lo concerniente a la vida pública de
los vikingos está sujeto a medidas jurídicas. La ley y el derecho son el alma de esta
sociedad. Es importante que el muerto esté "bien" muerto, es decir, con las formalidades
legales; si no, volverá a frecuentar los lugares en los que vivió, tratará de hacer daño a
sus parientes y provocar todas las desgracias posibles. El ejemplo más representativo es
el de Thorbjörn el Lisiado, en la Saga de Snorri el Godi. Y es que el "draugr" es un
muerto mal muerto, o bien porque no ha sido enterrado en la forma adecuada, o bien
porque murió en una situación jurídicamente anómala (por ejemplo, fue víctima de una
ofensa que no se compensó) o también incluso porque no está satisfecho con la forma
en que sus descendientes administran su patrimonio. Lo que aquí nos importa es
subrayar que será necesario, por regla general, hacerle sufrir un verdadero proceso