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cantidad de testimonios de casos de herencia de una enorme complejidad, tanto en las
sagas como en inscripciones rúnicas.
En cuanto al divorcio, era bastante fácil de llevar a la práctica, al menos si, como
siempre, nos basamos en el testimonio de las sagas. No habría que concluir de ello que
esta sociedad se encontraba en situación de disolución permanente. En realidad, el
divorcio es muy raro y entraña graves consecuencias, a menudo dramáticas. La decisión
era sentida por las familias de los dos cónyuges desunidos, de un lado como del otro,
como un insulto.
Si creemos también en los textos de las leyes, la mujer podía separarse de su marido con
relativa facilidad. Era necesario que invocase un motivo satisfactorio, como la
impotencia sexual declarada del marido (como aparece en la Saga de Njal el Quemado),
la desaprobación de la conducta del susodicho marido en la vida en general, la negativa
a sufrir los sarcasmos o las consecuencias de los actos del esposo, etc. Por su parte, el
marido podía repudiar a su mujer con la misma facilidad.
En todos los casos, era necesario tomar testigos de la decisión. Después se marchaban,
tomando de nuevo la dote (heimanfylgja) y el aduario que había aportado el marido
(mundr). El divorcio era una ruina para el marido.
En cuanto a los funerales, la documentación que nos ha llegado es mucho más extensa y
completa, dado el número impresionante de tumbas, lo que nos permite trazar una
especie de imagen media de este ritual.
No hay duda alguna de que en el Norte se creyó en la existencia de un alma, pues
existen al menos cinco vocablos para traducir nuestra palabra "alma": önd, hamr, hugr,
fyligja, sal. Dos son visiblemente préstamos, sea lexicológicos, pues "sal" se toma del
alemán continental, sea semánticos, pues önd corresponde a nuestra noción de soplo,
hálito y llegó ciertamente con el cristianismo. Pero los otros tres son autóctonos: se
aplicaban tanto a las membranas placentarias que acompañaban a la expulsión del recién
nacido del seno materno, como a la idea de alma, que sería por tanto, la forma (sentido
literal de hamr), o la esencia que sigue (fylgja, seguir, acompañar) al ser humano. Tal
vez hugr remitiera a la idea universalmente conocida de "alma del mundo" que baña
nuestro universo y a la que, en ciertas circunstancias, podemos tener acceso y que
incluso a veces decide manifestarse a nosotros. La riqueza de este vocabulario y de las
nociones a él vinculadas es bastante edificante.
Por supuesto, hamr y fylgja son susceptibles de evadirse de su envoltura corporal para
existir de forma independiente y moverse en función de las necesidades de su soporte,
desafiando las categorías espacio-temporales. Pueden incluso volver bajo la forma de
ese extraño personaje o "draugr" que poblará los cuentos populares islandeses hasta
nuestros días y les dará ese aire siniestro que tienen.
En épocas lejanas, la cremación existió sin duda, igual que las tumbas colectivas,
especialmente esas curiosas tumbas en forma de barco visto desde arriba o
skibsaetninger. Pero en la época vikinga la norma más habitual es la tumba individual
donde el difunto es inhumado con vestido de lujo, víveres, armas, animales e incluso su
esclava o concubina, la cual, parece ser, elegía voluntariamente morir con su señor, para
acompañarlo en su viaje al más allá.