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exterior permiten por fin un tiempo de descanso que, por otra parte, hará obligado el invierno, quien se aproxima con rapidez. Llegada la fecha indicada, los mensajeros del novio irán a la casa de la prometida para conducirla hasta la casa de él. Esta costumbre, aunque no era obligatoria, ya que la novia y el novio podían habitar al menos un tiempo en casa de los padres de ella, se hace referencia en numerosas Eddas. Debe llegar a casa de su prometido al menos la víspera del matrimonio propiamente dicho, porque ese día tendrá lugar el "baño de la novia". Parece ser un rito de lustración como el que conocieron todas nuestras culturas, con el objetivo evidente de asegurar la "pureza" de la novia, es decir, liberarla de todos los malos espíritus o influencias negativas que pudieran estar ligados a ella. Este baño que, en realidad solía ser una sauna, es colectivo y se extendía a la novia y a todas las damas de honor, y podía durar un buen rato, no impidiendo a las participantes el consumo de dulces de distinto tipo. La preparación de la novia concluye con la confección de coronas de flores y hojas que engalanarán la cabeza de la prometida que, además, para su matrimonio propiamente dicho, cambiará de peinado. Por una parte llevará un velo de lino, costumbre que debe remontarse a antiguas creencias sobre la protección de energías negativas o bien como signo de que el novio debe ser el primero en desvelar el rostro purificado de su prometida. Por otra parte, ella se recogerá, en forma de un moño o lo sujetará en la nuca con una cinta o una joya, los cabellos que hasta entonces había llevado sueltos. Este será normalmente un indicativo en lo sucesivo de su nuevo estado, junto con el conjunto de llaves que como buena ama de casa (husfreyja) llevará a la cintura. Estas llaves solían ser pertenecientes a los cofres que contiene ropas de valor y objetos preciosos, a la despensa donde se guardaban los alimentos y víveres del hogar y a los armarios que constituyen el mobiliario de la casa vikinga que ella gobierna y administra. Finalmente llega el día de la celebración o los días, ya que el término medio de su duración solía ser al menos tres. A ella asisten todos aquellos que fueron invitados en su momento. En principio, su número deberá ser semejante por ambas familias o clanes. Muchas veces, en la sala común (skáli) donde se ofrecerá el banquete (brúdveizla), cada bando esté colocado en uno de los dos bancos longitudinales, con un asiento más alto para el marido y otro para su mujer, en el centro de cada banco, uno enfrente del otro, a no ser que sean para el dueño de la casa y su compadre. Por supuesto, los invitados no llegan con las manos vacías. Habrá que tener mucho cuidado de acordarse de los regalos que traen, por razones de reciprocidad, una regla que en esta sociedad no tenía apenas excepciones y era una cuestión de suma importancia entre los nórdicos. Por otra parte, se prestará una gran atención a la colocación de los invitados, pues para ellos este tipo de jerarquías y precedencias era un asunto muy delicado. El primer día de la boda tiene lugar la ceremonia del matrimonio propiamente dicha. De esto hay pocos datos y menos aún fiables, aunque es evidente que existió un culto venerable del hogar (o del fuego del hogar, verdadera alma de la casa), unos gestos significativos del paso de un clan a otro y toda una serie de actos votivos, propiciatorios y de consagración. Según Adam de Bremen, se hacía una ofrenda a Frigg, la representación más expresiva de la antigua Diosa Madre, para atraer sobre los esposos