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duda una de las plagas de la época y, en sus momentos de descanso, que, a decir verdad, no debían ser ni largos ni numerosos, tejer, bordar, etc. No hay que hacer un gran esfuerzo para imaginar que sus días estaban bien ocupados. Pero que era apreciada y admirada por las pequeñas colectividades familiares en el seno de las que actuaba, es evidente. Lo referido hace mención a lo que hoy sería para nosotros una gran señora. De la mujer del pueblo, de la escandinava media del siglo X, no se sabe nada por las sagas. Sin embargo, no existe ninguna razón para pensar que su suerte fuera muy diferente de la de los grandes personajes femeninos de las sagas. En resumidas cuentas, el conjunto de los documentos de que se dispone, concede a la mujer un lugar comparativamente mucho más importante que a su "hermana" más occidental o meridional. En cuanto a los pobres, mencionados algo más arriba, debemos decir que los países escandinavos no eran ricos. Se ha señalado igualmente el sentido comunitario de estas sociedades. Los pobres (fatökisfolk) y los indigentes (umagi, literalmente el que no puede subvenir a sus necesidades) eran numerosos. Los códigos de leyes y las sagas nos iluminan sobre el asunto. Existía un sistema, que durará en realidad hasta nuestro siglo, que consistía en confiar un umagi o varios, a una casa determinada, por un cierto tiempo, después de lo cual, pasaba a otra y así sucesivamente. No se sabe si la institución del "hrethr" se aplica a la vez en toda Escandinavia, pues sólo está atestiguada en Islandia, y si existía ya en la época vikinga, aunque es probable que naciera de la Iglesia y no se institucionalizara hasta el siglo XI. Implicaba a la vez, por hablar en términos modernos, seguro contra todos los riesgos (incendio, especialmente), seguridad social y asistencia pública. Era éste un modo de evitar indigentes que pudieran volverse peligrosos para la vida cotidiana de las granjas. Acogiendo a los pobres, se aseguraban unos brazos que aportarían un trabajo extra a los menesteres del hogar y la seguridad de no ser atacados por necesidad de los menesterosos. A cambio, contaban con un plato de comida como si fueran un miembro más de la familia y un lugar donde dormir y guarecerse del clima adverso. Finalmente, en cuanto a los niños, las sagas nos describen (y es esto un rasgo que no es tan común en la literatura medieval de Occidente) en ocasiones sus juegos y sus intervenciones en la vida de los adultos. Su estatuto, si se puede decir así, es efímero, ya que se es adulto a los doce años, a los catorce lo más tardar, en función de los lugares y las épocas, y desde ese momento es preciso asumir todas las responsabilidades que van unidas a esa condición. Lo que no impide que, en esos textos rudos y acaso voluntariamente negros, que son las sagas, podamos ver cómo se evoca de pasada a un niño o una niña divirtiéndose con los juguetes, los cuales podían ser pequeños animales de metal o madera, por ejemplo, como los niños de cualquier tiempo. ·Costumbres Costumbres Funerarias. Durante mucho tiempo los pueblos escandinavos conservaron sus creencias religiosas tradicionales. Rendían culto a dioses paganos y enterraban a sus muertos según los rituales paganos, y los objetos que se enterraban con el muerto para, suponemos, propósitos religiosos, son hoy una fuente de información inestimable sobre su modo de