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siglos IX, X y XI, se veían privilegiados, pero no por esa razón quedaba la mujer
anulada en la sociedad, como sí ocurría en el resto de la Europa de aquella época.
La esposa del bondi, la husfreyja, gozaba de un estatuto completamente privilegiado,
indicado ya por las llaves que lleva en su cintura. Ciertamente, no tiene el derecho de
promover acciones de justicia y está excluida de los asuntos públicos, si hemos de creer
la Saga de Snorri el Godi, más por razones de orden físico, ya que había que unir la
fuerza a la ley con frecuencia para obtener satisfacción, que por consideraciones de
inferioridad.
Pero es su autoridad moral lo que más sorprende de estas mujeres. La mujer es el alma
de una sociedad en la que su marido no era más que el brazo. Pues es guardiana de las
tradiciones familiares, tanto de las suyas propias como las de su marido, que inculca a
sus hijos. Ella defiende el honor de su clan, recuerda a los hombres de la casa su
derecho de venganza en caso de ultraje, mediante gestos altamente simbólicos o
intolerables palabras sarcásticas. Esto puede culminar en situaciones como las que
describe la Edda Poética, en sus grandes heroínas, especialmente Gudrun Gjukadottir, a
quien vemos presa entre la necesidad de vengar a sus hermanos y obtener justicia para
su esposo. Se observará que, en general, esas heroínas permanecen fieles, en primer
lugar, a la ley de su propio clan.
Podemos imaginar que su ciencia de las genealogías debidamente aliteradas, haya
podido hacer de ella la iniciadora de la poesía, así como su frecuentación íntima de la
memoria de los grandes antepasados, por tanto su culto implícito a los muertos, podría
dar cuenta de su colusión con la magia, dado el hecho de que magia, medicina y
brujería, son con mucha más frecuencia patrimonio de las mujeres que de los hombres.
Parece establecido que la mujer escandinava, aun cuando no ocupara un lugar en el
thing, aunque no tomara parte en los combates, gozaba de una estima considerable. Las
sagas de los contemporáneos prueban que jamás fue considerada un objeto de placer,
que se la respetaba y que sus consejos siempre eran escuchados. Pues era la señora
indiscutida innan huss (en el interior de la casa), o de manera más precisa, innan stokks,
pasada la viga del umbral, que delimitaba jurídicamente el territorio doméstico. Más allá
de esa viga, utan stokks, nos encontramos en el dominio del hombre. A él corresponden
los trabajos exteriores, su gestión al menos; las empresas de carácter político (el thing),
marcial o económico. Pero innan stokks, reina la husfreyja y nadie le disputa esta
prerrogativa, a pesar de la presencia de las concubinas que esta cultura toleraba.
Esto no acarreaba ninguna consecuencia, puesto que las esposas de segundo orden o
concubinas, no tenían ningún derecho legal, no entraban en la herencia y, en principio,
los hijos que tenían no eran considerados legítimos. Le toca pues a la señora de la casa,
ayudada por un servicio doméstico que puede a veces ser bastante numeroso, velar por
el aprovisionamiento y la preparación de las comidas, ocuparse del mantenimiento de la
casa en su conjunto, criar y educar (o hacer educar) a los niños, que son, en general,
numerosos, tanto suyos como los de amigos o de relaciones que, en virtud de la
costumbre del fostr (práctica consistente en hacer educar a los hijos durante cierto
período de tiempo por un amigo o pariente o personaje importante), ha acogido en su
casa por un tiempo, dedicarse a los cuidados de la granja que le incumben como por
definición (la lechería, por ejemplo), ocuparse de los pobres y miserables que fueron sin