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de prendas largas hasta los tobillos, tanto de lana como de lino. Un solo alfiler con cabeza de aro o broche en forma de aro sujetaba las capas de los hombres en el hombro y las prendas de las mujeres se mantenían en su sitio con un par de broches, generalmente ovalados, aunque los estilos variaban de una región a otra, llevados uno en cada hombro, además de otro en el cuello. ·La La Sociedad Vikinga: Clases Sociales. La familia, en un sentido amplio, es la célula base de esta sociedad. Incluye, además de los consanguíneos, a los amigos cercanos, a los hermanos jurados, parientes adoptivos, pobres a cargo de la casa, etc. Al menos una cincuentena de personas, dado que nos hallamos en colectividades muy reducidas, dependen todas, en grados diversos, del jefe de familia y su mujer. Según un poema de la Edda, la Rigsthula, que justificaría la tripartición de la sociedad en esclavos, hombres libres y los jarls o reyes, se considera que los vikingos se organizaban en efecto en tres grandes clases o capas sociales bien diferenciadas. Y en muchos pasajes de sagas, se evidencian tales puntos de vista. Pero parece ser que el estrato de los esclavos, es el que plantea mayores problemas. Aunque no son desconocidos en el Norte, no se corresponden con la idea que solemos hacernos de ellos. Antes de la era vikinga, nada nos permitía afirmar que la sociedad escandinava haya conocido una clase que no gozara de libertad. A continuación, tras los primeros golpes de pillaje, tanto de hombres como de ganado o bienes, es muy factible que los vikingos tuvieran esclavos. Por otro lado, necesitaron muy poco tiempo para descubrir que esa era una de las mercancías más apreciadas en el mundo de su época. El tráfico de esclavos se convirtió muy pronto en la actividad fundamental de estos comerciantes perfectamente enterados de las leyes del mercado europeo o asiático. Por lo demás, en contacto constante como estuvieron, mucho antes del fenómeno vikingo propiamente dicho, con el mundo europeo, no podían ignorar la existencia de esta categoría humana. Por eso, su establecimiento en Hedeby (Dinamarca, antiguo Haithabu) sería uno de los grandes centros de ese tráfico, equiparable en ese sentido a Bizancio. Incluso parece establecido que la ruta del Este, uno de los principales itinerarios de aquellos navegantes, enlazaba precisamente Hedeby con Bizancio por el sur del Báltico, el complejo de ríos y lagos rusos a partir del fondo del golfo de Riga, hasta la ciudad imperial, atravesando el mar Negro. Que hayan llevado a su país a algunos de sus cautivos, que los hayan asociado a la vida de su granja, que los hayan tratado con bastante rudeza, todo eso, en suma, está dentro del orden de las cosas, en la época considerada entre los siglos IX y X. Que los autores de las sagas, en el siglo XIII, que no conocían esta costumbre más que de oídas o por sus lecturas clásicas, hayan desarrollado una temática a su costa tan convencional que parece completamente excesiva y dependiente de los tópicos literarios a los que estos autores son tan aficionados, como la cobardía desvergonzada de los esclavos, venalidad o incurable necedad (La Saga de Snorri el Godi), es algo que se comprende bastante bien. No olvidemos que una saga, por definición, se inspira en esquemas de escritura de historiografía clásica y narración medieval, una y otra en latín, una y otra familiarizadas