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pragmáticos, llevaban el realismo a sus obras históricas, sometiendo sus fuentes a una
criba crítica y rechazando todo lo que parecía increíble o improbable.
Lo más plausible parece ser el ver en todo esto el origen de la saga: igual que se
escribían las vidas de los grandes personajes extranjeros, por ejemplo de los reyes
noruegos, se podían componer biografías de los grandes personajes islandeses. Como en
Islandia no había nada que pudiera compararse directamente con las aristocracias
europeas, también escandinavas, había que otorgar su grandeza al personaje en virtud de
sus hechos. Todo consistía, por tanto, en escribir vidas de islandeses notables del mismo
modo que se escribían las de extranjeros destacados. Así, junto a las vidas de santos, de
obispos y reyes, aparecen las de islandeses.
Esto servía para poner de relieve la importancia de la nación islandesa: un pueblo se
medía entonces por la grandeza de sus individualidades. Por otra parte, en la época en
que se escribieron las sagas, había considerables tensiones con los reyes noruegos, que
deseaban convertir a la isla en simple estado vasallo, privándola de su ya secular
independencia. La lucha contra los afanes expansionistas noruegos prosiguió hasta la
definitiva absorción en el siglo XIV y la literatura servía también aquí de arma política.
En muchos thaettir, por ejemplo, y en algunas sagas importantes también, encontramos
claramente reflejado el antagonismo noruego-islandés.
Las sagas de islandeses transcurren en la época heroica de la isla, pero también hubo
sagas de contemporáneos, que trataban los acontecimientos de la misma época de
redacción o poco antes. No se trataba de simples crónicas, sino de historias noveladas
donde no sabemos siempre qué es cierto y qué inventado. Es decir, pese a la diferencia
cronológica de su acción con las sagas de islandeses en sentido propio, guardan con
éstas una estrechísima relación.
Podemos suponer que las sagas de islandeses se compusieron como otras obras cultas de
la época, no sólo en Islandia: un autor, muy a menudo un monje, otras veces alguien
relacionado de algún modo con un monasterio, otras veces un importante personaje
político, escribía "ex ovo" la historia de un personaje anterior, que normalmente había
sido antepasado suyo o, simplemente, había vivido en su región o en aquella en la que
residía el autor. Para hacerlo utilizaba todas las fuentes posibles. Sin duda, fuentes
orales, no sólo historias sino también recuerdos, anécdotas, etc., transmitidas de
generación en generación. Pero también fuentes escritas: listas genealógicas, los libros
de la colonización, otras sagas y otras historias: no podemos olvidar que la acción se
sitúa en época ya lejana para el autor, y que tenía que asesorarse bien sobre los sucesos
históricos. Con todo ello y tras un proceso de crítica de las fuentes en el que se
rechazaba todo lo increíble para la época, casi todo lo maravilloso y buena parte de lo
fabuloso, se redactaba la obra siguiendo un plan previo del autor. No se trata, por tanto,
de narraciones orales pasadas al pergamino, sino de obras literarias escritas.
Esto nos obliga a plantearnos las cuestiones que parecía explicar la teoría oral: el
carácter histórico, las variantes, el por qué del anonimato de sus autores, etc.
En cuanto al carácter histórico de las sagas, podemos distinguir dos cuestiones: en
primer lugar cómo explica la nueva teoría la indudable historicidad de buena parte de
las sagas; en segundo lugar, hasta dónde llega realmente esa historicidad.