revista nórdica Mitologia_nordica.1474443498 | Page 49
La tradición de estudios literarios e históricos sobre las sagas es ya extensa; podemos
decir que comenzó en el siglo XVIII, con el interés anticuario de los eruditos daneses:
en Islandia, que fue provincia danesa hasta 1914, seguían copiándose y leyéndose las
sagas medievales y muchos manuscritos cayeron en manos de sabios daneses, que los
estudiaron y publicaron. Desde entonces, la investigación sobre las sagas ha pasado por
numerosos avatares y la dirección de los estudios ha cambiado varias veces. Lo que
sigue es un resumen de las principales ideas que han ido apareciendo en este período de
tiempo.
Los islandeses siempre han sido aficionados a las historias y siguen siéndolo. Desde los
principios del país, colonizado a partir del año 874, los islandeses gustaban de
componer historias en verso y, posiblemente, también en prosa sobre personajes de la
historia de su país, especialmente de la época de la colonización. Estas historias no se
escribían, sino que tenían carácter exclusivamente oral. Su función era múltiple: por un
lado servían de entretenimiento, pero también guardaban los recuerdos históricos, las
genealogías de las familias, los hechos más importantes que habían sucedido en el país,
en cada región y en cada una de sus familias principales; servían así, en cierto modo,
para mantener la relación entre familias del mismo origen establecidas en lugares
distintos de la isla.
Para los partidarios del estudio "romántico" de las sagas, predominante en el siglo XIX
y principios del XX, y que aún cuenta con algunos defensores, aunque pocos, aquí
radica el origen de estas obras literarias. El proceso de creación de éstas sería, según
ellos, más o menos como sigue.
Algunos personajes y algunas familias de especial importancia, como la del vikingo y
poeta Egil Skallagrimsson, contarían con numerosas historias, que se transmitían
oralmente. En lugar de ser simples narraciones libres, que variaban cada vez que se
recitaban, llegaron a codificarse de manera que el narrador las aprendía de memoria, al
pie de la letra. Para ello se ayudaban con algunas características del estilo literario
propias de la transmisión oral, como las repeticiones, las fórmulas fijas, etc. Como no
podía menos de suceder, pese a los intentes de fidelidad a la versión inicial, los errores
de memoria o los gustos del narrador podían producir variaciones, de manera que la
historia cambiaría según quien la contara, aunque siempre dentro de unos márgenes
bastante estrechos. Estas historias orales se conservarían entonces a lo largo de varios
siglos, pues suponemos que se originarían poco después de la muerte de los personajes,
si no en vida de éstos. En resumen, es algo similar al origen que se considera aún válido
para los cantares de gesta, como el Mío Cid español, el Cantar de Roldán francés, etc.
Esto explicaría, aparentemente al menos, varias cosas. En primer lugar, ciertos rasgos
estilísticos de las sagas, propios del lenguaje hablado y no del escrito; además, la
existencia de variaciones más o menos grandes entre diversos manuscritos de las sagas.
Finalmente, explicaría el carácter histórico, al parecer muy considerable, que podemos
asignar a las sagas; este carácter histórico llega hasta el extremo de que, por ejemplo, en
una de las más grandes sagas, la de Njál, se cuenta la quema de la casa de uno de los
principales personajes, Gunnar de Hlidarendi, indicando cómo fue la lucha y también
dónde se produjo exactamente. Y, en efecto, en los años 20 de este siglo, los
arqueólogos descubrieron en el lugar indicado los restos de una casa quemada que
coincidían con la descripción de la saga; o la narración de la Saga de Erik el Rojo sobre
los asentamientos islandeses en Groenlandia, que se vio confirmada por los hallazgos